jueves, 7 de junio de 2012

EPÍLOGO

Ha llegado el momento de cerrar el Baúl. Su principal cometido, que era dar a conocer a mis descendientes los aspectos de mi vida que desconocían, se ha cumplido. A partir del siglo XXI conocen perfectamente lo sucedido y no necesitan que nadie les repita lo que ya saben.

Quiero agradecer a todos, familiares y blogueros que han llegado hasta aquí, por su paciencia y amabilidad para conmigo. De vez en cuando vuelvo a leer vuestros comentarios para levantar el ánimo.
En segundo lugar, un recuerdo para los muchos familiares y amigos mencionados que ya no están con nosotros.
No debe faltar mucho para que me reuna con éllos. A estas alturas ya he pensado en las posibles alternativas para lo que viene. He analizado diversas posibilidades para hacer menos desagradable ese momento:

A) Hacerme musulmán e inmolarme mientras entrevisto a algún político/a.
     Descartado porque no sé qué voy a hacer, a mi edad, rodeado de huríes.

B) Irme al Tibet para explorar las posibilidades de la meditación profunda.
     Esta alternativa tampoco vale por el indispensable vuelo en avión, inconveniente para mi salud.  

C) Olvidarme del asunto y procurar mantenerme en buena forma, aunque solo sea para disfrutar de las  preciosas flores que adornan la primavera y las bellas jovencitas que alegran el panorama. De paso, darle un disgusto a la Seguridad Social.

En mi relato he procurado evitar la mención a enfermedades, disgustos y otras calamidades, que las he sufrido como cualquier hijo de vecino. Lo que no puedo evitar es referirme a la muerte de mi amada Maite, mi compañera durante 55 años. Ocurrió en abril del 2008 después de lo que llaman "una larga enfermedad" por no mencionar la terrible palabra.
Mi incursión en la "blogosfera" fue una gran ayuda para aliviar mis sentimientos y sobrevivir a la tragedia, pero lo mejor para mi desconsuelo ha sido el cuidado  de mis tres hijas y sus permanentes atenciones.

Habréis comprobado que no exageraba cuando titulé "Un tío con suerte" mi primera entrada en este Blog el pasado 2 de enero. He vivido intensamente  y pienso seguir haciéndolo mientras el cuerpo aguante y la suerte continúe siéndome fiel.
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Actualmente resido en Madríz a petición de mis hijas y no he vuelto a Moraira ni a Benissa, por lo que dispongo de dos inmuebles en la Costa Blanca, vacíos y a la venta, mientras vivo en un piso alquilado en un oasis dentro de la capital, en compañía de mi nieto Pablo. Por cierto, no ha tenido problema para encontrar un buen trabajo en Madrid; su pase por los USA ha resultado tan eficaz como suponía.

Dedico buena  parte de mi tiempo a las actividades propias de un "amo de casa", incluyendo ir a la compra, cocinar, meter la ropa en la lavadora y los platos en el lavavajillas, etc. etc. El comprar y hacer la comida no ha sido nuevo para mi, pues siempre me gustó el tema culinario (herencia de mis ancestros vascongados, supongo), Lo más complicado, al principio de mi viudedad,  fue la cosa de hacerse la cama, debido a mi nula práctica en el asunto y al desconocimiento de que hay una diferencia entre sábanas, las de arriba y las bajeras, pero ya soy un experto. Una mujer viene a limpiar la casa y otra a planchar, actividades ésas demasiado complicadas para un varón. El resto del tiempo lo dedico a leer los Blogs amigos y a escribir en el mío. De vez en cuando hago algún viaje por España, como el reciente a Sevilla y el próximo que tengo planeado a San Sebastián.

Un fuerte abrazo a todos

EL BWANA

miércoles, 6 de junio de 2012

DE VUELTA A LOS USA

En noviembre de 2006 me dirijo nuevamente a los USA pero ya con la lección aprendida. Viajaré en clase "business" el trayecto trasatlántico. El viajecito es complicado, pues tengo que ir por carretera de Benissa a Alicante, coger el vuelo a Madrid. conectar con American Airlines a Miami y tomar un vuelo de allí hasta Jacksonville. Maite no ha querido acompañarme a pesar de mi insistencia.

Los inconvenientes y molestias habituales inherentes a los viajes por avión no los contaré en esta ocasión, porque me repetiría. Algo diferente ha sido, por supuesto, la acomodación en clase "business"; no puede compararse con la jaula de grillos de la clase "turista" y vale la pena el desembolso económico. Más espacio, trato exquisito y acceso al vater sin ningún problema. Las 9 horas del viaje transcurren plácidamente.

Al llegar a Miami he conectado directamente con un vuelo a Jacksonville, esta vez sin avisar a mi sobrina María Luisa, ya la veré a la vuelta.
El avión, de la línea American Eagle,  me deja un poco mosca; creía que esos aparatos a hélice ya no volaban y menos en los USA. De todas maneras me lleva a mi destino en menos de dos horas, bien entrada la noche.


Pillo un taxi y tarda cási el mismo tiempo del vuelo en dejarme en el hotel. Esto es gigantesco
El Best Western hotel  está convenientemente situado frente a la playa de Jacksonville. Es modesto pero con las comodidades típicas de los hoteles de este país; cafetera eléctrica con sobres de café, obsequio de la casa, máquina expedidora de hielo en el pasillo y nevera o maxibar.


A la mañana siguiente alquilo un poderoso Chevy en una agencia cerca del hotel para dirigirme a la dirección que me ha dado Pablo. Me he metido en un buen lío pues no me había percatado de las enormes distancias que hay que recorrer para ir a cualquier sitio en esta gigantesca ciudad. El plano que he conseguido tampoco me aclara las cosas:

Campus de la universidad de Jacksonville
Afortunadamente, gracias a mi habitual simpatía y conocimientos del inglés, he ido recibiendo instrucciones por parte del amable personal de algunas gasolineras y consigo localizar la entrada al campus:


Tras un largo recorrido por arboladas e interminables avenidas, paso al lado de un campo de deportes y me encuentro con un grupo de estudiantes que terminan de aclararme la dirección que busco. Resultan ser unas atletas atentísimas y de aspecto muy saludable. Han interrumpido sus ejercicios para atenderme:


Finalmente he localizado a Pablo y resolvemos ir a un restaurante que me recomienda, el "Joe´ s Crab":



El local no es demasiado elegante, pero sirven unas raciones de cangrejo de Alaska espectaculares. Estos enormes cangrejos son como centollas gigantes y con un sabor exquisito simplemente cocidos.


Una racioncita de cangrejo real

Por la tarde hacemos una visita a una típica heladería y yo escojo un pedazo de tarta helada. Deliciosa, aunque no puedo terminarla por su enorme tamaño, pero la dependienta está atenta y me facilita un envase especial para que me lleve el sobrante. Pueden observarla Vds. a continuación (la tarta):



Ha sido una experiencia muy satisfactoria y me quedo tranquilo al comprobar que mi nieto está aprovechando el tiempo e integrándose completamente en el sistema educativo americano. Ha valido la pena le inversión.

Después de unos días muy agradables con Pablo, celebrando su 19 cumpleaños y repitiendo, por supuesto, en el Joe´s Crab", regreso a Miami. Pasaré un par de noches  en el hotel Waldorf Towers, en Southern Beach.


Un verdadero embarque de hotel, en medio de toda la pachanga de los alrededores de la enorme playa. Ya di mi opinión sobre el sitio en "Tripadvisor", poniéndolos a caldo.

Por la mañana me recogen María Luisa y sus padres, José Luis y Milagros que han venido de Venezuela. Me llevan a conocer el nuevo piso de mi sobrina, situado  en una zona estupenda y con todas las comodidades típicas de los americanos acomodados. Me llama la atención que tengan lavadoras y secadoras de ropa en el sótano para uso de los inquilinos, lo que evita tener que comprar esos electrodomésticos que tanto abultan. Están en plena celebración del "Día de Acción de Gracias" y me invitan al clásico pavo.
José Luis, mi cuñado, siempre ha tenido una inteligencia asombrosa, con un dominio profundo de las matemáticas y de la economía.  Está al tanto de las cotizaciones de la bolsa  y me deja con la boca abierta con su conocimiento de la situación de las empresas españolas. Ha logrado reunir un capital decente gracias a su fábrica de perfiles de aluminio en Venezuela y de sus inversiones en bolsa. Una persona excepcional, no me cabe la menor duda y con la que me he llevado siempre estupendamente bien.

A las 4 de la tarde del viernes 24 me llevan al aeropuerto, donde embarcaré en el vuelo de American a Madrid.

Un viaje francamente satisfactorio.

martes, 5 de junio de 2012

EDUCACIÓN NIETOS

Los nietos van creciendo (yo, desgraciadamente, también). Aquí  vemos a Celia y Guillermo en  la puerta de su casa con el uniforme del colegio Santa María de Madrid, a donde enviamos a estudiar años atrás a su madre y a sus tías:



En el Santa María siguen impartiendo una educación magnífica, para satisfacción de sus padres y tranquilidad de sus abuelos.

Por su parte, Pablo está estudiando  el bachillerato en Benissa y me parece que no está recibiendo una educación conforme a lo esperado. No sé si será por el empeño de las autoridades educativas en dar prioridad al lenguaje valenciano sobre las demás materias, pero no le veo que esté progresando. Tampoco cuentan con unas instalaciones adecuadas y el nuevo edificio tantas veces prometido sigue siendo un proyecto. 

De acuerdo con su madre, decidimos enviarlo a los EE.UU para que termine el bachillerato y, al mismo tiempo, aprenda inglés que seguramente le será más útil que el valenciano. Nos decidimos por la Montverde Academy en la ciudad del mismo nombre en Florida, donde lo inscribimos en agosto de 2005:



Aquí pasará un año

Supongo que Pablo contará algún día sus experiencias en el Instituto; no me corresponde a mi hacerlo, por lo que me limitaré a comentar un par de cosas. El instituto es muy estricto en el control de los estudiantes y, como tutor del nieto, recibo mensualmente un informe de su progreso en el que, me dicen, va perfectamente.

También me comunican ciertas faltas de disciplina, como no tener su habitación en orden o la cama mal hecha y el castigo aplicado, consistente en enviarlo a la cocina a lavar platos durante media hora por cada falta.

Termina su bachillerato americano y se pasa las vacaciones con nosotros en Moraira. Quiere inscribirse  en  la Universidad de Jacksonville, donde pretende estudiar informática:


Jacksonville está situada al norte del estado de Florida y es la ciudad de EE.UU con mayor superficie, 2.300 Km2. Lleva ese nombre en honor del 7º presidente de los USA, Andrew Jackson, que también estuvo por la zona, antes de ser presidente, limpiando el terreno de  indios.

Decido hacer una visita a tan interesante ciudad para echarle un vistazo a la Universidad y, de paso, comprobar como va mi inversión en nietos.

lunes, 4 de junio de 2012

VISITANTES Y DIVERSOS

Como ya dije, a finales del pasado siglo y principios del actual, estuve sumergido en una rutina muy gratificante pero que produjo una gran laguna en mis recuerdos. Relataré varias  cosas que he podido entresacar para ir rápidamente al año 2005. Algunas fotografías me han ayudado en la tarea, como las que muestro a continuación:

(1) En las Navidades de 1998 nos visitaron hijas y nietos en Moraira: Aquí estoy con Guillermo, Celia y Pablo



(2) En el verano de 1999 también los tuvimos de visita. Aquí los vemos con su abuela Maite:


(3) Pescando lo poco que queda en el Mediterráneo



(4) En el verano de 2002 Pablo fue invitado por su tía Maite a visitar los EE.UU y conocer a los familiares que tenemos por allí. Estuvieron en Orlando, visitando Disney World y en San Diego practicando surf con sus tíos y primos. Aquí vemos a Pablo con su pedazo de tabla:



En la foto que sigue están a punto de montar en un globo, pasatiempo muy normal por la zona, según parece:



Pablo entre su primo Bussi y su amiga Mariola en Orlando

viernes, 1 de junio de 2012

PAUSA

Ha llegado el momento de confesar que no encuentro absolutamente nada interesante en el baúl (léase cerebro) correspondiente al  lustro 1999 /2004. La placidez del retiro a orillas de la playa en compañía de una mujer maravillosa, ha debido ser tan reconfortante que el cerebro se tomó una buena temporada de descanso. Tan solo recuerdo las tremendas disputas entre los partidarios de que el siglo XXI empezaba el 1º de enero del 2000 y los que lo situaban en el 1º de enero del 2001. Tampoco he olvidado que el Sr. Aznar llevaba la dirección de España con bastante acierto.

Aprovecharé pues, esta pausa, para recordar algunos aspectos de mis años mozos que olvidé apuntar en su momento.

(A) LECTURA
     Durante mi infancia era un apasionado lector de las novelas de Emilio Salgari, Julio Verne y Edgar Rice Borrougs. De este último escritor, prolífico como ninguno, devoré sus infinitas aventuras de Tarzán. Tampoco me perdía la colección "Hombres audaces", de Molino:


De la colección prefería estas tres:


La Sombra

Ya algo mayor, mi padre me aficionó a Bruno Traven, Cornell Woolrich y Bento Pérez Galdós, del que leí con fruición, sus "Episodios Nacionales". También me recomendó a Julio Camba y a Fernández Florez. Yo por mi cuenta descubrí a Tom Sharpe.

(B) CINE
      Estoy casi seguro de que ninguno de los lectores tuvo el placer de disfrutar  las películas mexicanas de los hermanos Soler:  Domingo, Fernando, Andrés y Julián;  ni de Tintán y su carnal Marcelo, ni de Fernando Soto "Mantequilla" o lloró con Sara García. En Venezuela se consumían grandes cantidades de películas mexicanas y yo, como gran aficionado al cine, me tragué una buena ración de éllas.

La gran Sara García con Joaquín Pardavé

Tampoco eran moco de pavo las películas de Libertad Lamarque, como la que sigue:


Es una pena que no haya encontrado ningún cartel de la famosa película de Fernando Soler "Lo que solo el hombre puede sufrir" El argumento era muy sencillo: don Fernando sale una noche de pachanga a un conocido bar de alterne en ciudad de Mexico y allí se encuentra a su mujer y a su hija ejerciendo el oficio más antiguo del mundo. Una película estremecedora.

Asombrosamente, algunas de esas películas las dirigió el mismísimo Luis Buñuel, como la que sigue a continuación ("La ilusión viaja en tranvía"):
Fernando Soto (Mantequilla) era uno de los protagonistas

Por supuesto que mis favoritas eran las de Cantinflas, ese genial precusor de la moda del pantalón bajo. Una de las más graciosas fue "Los tres mosqueteros" y la escena de Cantinflas con Luis XIV cuando le dice: "¿Nos echamos el otro, don Luisito?".





Quiero dejar esta escena en homenaje a mi recordado cuñado y amigo Santiago Clavell.

(C) MÚSICA

Además de mis conocidas aficiones por el flamenco, me gusta todavía más la llamada música clásica. No  toda, pues algunos compositores me resultan demasiado duros de roer. Siempre he disfrutado escuchando la música de  Grieg, Bethoven, Tchaikovsky y otros de la época romántica.

Aquí reproduzco algunas de mis  favoritas para cuando vuesas mercedes tengan un rato libre. (Hago constar que no es obligatorio escucharlas):
















jueves, 31 de mayo de 2012

DE NEW ORLEANS A BENISSA

Tras un desayuno reconfortante en el hotel, me dirijo al Convention Center donde mi hija Maite es una de las conferenciantes.

El Convention Center de New Orleans

Me han dado un pase para que circule por el Congreso. Espero que no me hagan alguna pregunta o me inviten a participar porque no tengo ni idea de lo que están hablando:



El auditorio donde va a hablar mi hija es de dimensiones gigantescas, como todo lo que se ve en este país. La charla resulta incomprensible para mis escasos conocimientos de medicina, pero me asombra su dominio del inglés. Mi orgullo de padre llega al máximo cuando escucho los aplausos que culminan su intervención. Luego vienen las felicitaciones que sus colegas hacen extensivas hacia mi persona, por ser el padre de la criatura.

Auditorio del Convention Center, al que llaman "the arena"

Por la noche me han invitado a una cena a la que acuden numerosos médicos españoles que se van acercando a nuestra mesa para saludarnos. Una banda de jazz va pasando entre las mesas metiendo ruido y con su característico "pasito eché".

Despues empiezan a servirnos la cena unos negros gordísimos que sospecho son los mismos que hacían de músicos y ahora son camareros. La cena empieza con unas hojas crudas de espinaca, pues estos americanos han cogido la manía de comerse las veduras crudas, lo que me produce complejo de vaca. Al terminar la cena se van formando grupos para contiuar la movida y yo, consecuente con mi edad, vuelvo al hotel para seguir disfrutando de mi jetlag.

Por la mañana salgo a dar una vuelta por los alrededores para admirar las todavía existentes casas coloniales francesas y los preciosos  balcones de hierro forjado, que podemos admirar a continuación:





Por la tarde di un paseo con mi hija y su colega Eva en uno de los clásicos  barquitos del siglo XIX que recorren  el Mississipi

El "Cajun Queen"
Me ha desilusionado algo el barco pues era a hélice

Yo quería uno de éstos, con rueda a paletas

Más tarde salimos a dar una vuelta por la famosa  Canal Street, a pesar de las advertencias. La calle es larguísima y a medida que se va subiendo aumenta el porcentaje de negros. Resolvemos dar por finalizado  el paseo  y volver,  cuando nos damos cuenta de que somos los únicos rostros pálidos en la calle.

El domingo 15 salgo por AA hacia Miami después de pasar por por la caja del hotel donde me dejan temblando con la cuenta. Además del "tax" que cargan en todos los sitios, me han calado una "tasa por ocupación" de lo más curiosa.
Antes de marcharme de New Orleans, me he despachado docena y media  de ostras en una especie de tasca al lado del hotel, donde siempre me llamaba la atención la habilidad y rapidez de un abridor de ostras que demostraba su técnica a la vista del público:


Estaban francamente deliciosas

Al entregar el equipaje en el aeropuerto,  un funcionario muy amable, que habla español, me sugiere facturar el equipaje directamente desde New Orleans hasta Alicante, que acepto no sin cierto mosqueo. El sujeto me ha confundido con uno de los oftalmólogos de la conferencia y tengo que darle algunos consejos sobre su afección de retina.

Transportado felizmente y sin tornado, a Miami, me están esperando en el aeropuerto Cristina y su futuro marido. Una pareja amabilísima con la que da gusto mantener una conversación. Cenamos en una cafetería que abre las 24 horas y donde disfruto de unos langostinos cocidos excelentes. La ración es típica del país y sólo la gula me permite dar buena cuenta del manjar.

En esta ocasión mi sobrina  María Luisa no está en Miami y, en lugar de reservarme hotel, me llevan a su casa donde mi sobrina me ha cedido su habitación.

De nuevo Cristina me traslada al aeropuerto y le doy las gracias por tanta amabilidad. La hospitalidad ha sido inmejorable.

Salgo de Miami en otro Jumbo de Iberia, totalmente lleno, aunque esta vez he conseguido un asiento mucho mejor. Hay pasajeros que se quejan de no poder colocar sus piernas y las azafatas los cambian a la zona de pasillos para que las doblen hacia el exterior. Yo mismo, que no puedo presumir de estatura, tengo que encogerme para más o menos situarme en mi parcela. Tengo de vecina a Rigoberta Menchu o similar, que invade mi espaco con sus pies desnudos. He comprado un collarín y consigo dormir un buen rato, una vez descubierto el complicado procedimiento para su inflado y después de soltar varias patadas a los pies de mi vecina.

Llegamos a Madrid a las 8 de la mañana y mi vuelo a Alicante está programado para las 11, así que compro el periódico y me disparo un desayuno decente mientras contemplo, con calma, a gente normal yendo de un lugar a otro.
Se me ocurre acercarme a la puerta de salida y encuentro a tres funcionarios de Iberia con un ataque de histeria. Parece que les falta un pasajero, que resulto ser yo mismo. Corro como un desesperado al avión, detrás de una azafata y me coloco en un asiento, no sin observar ciertas miradas asesinas que me dirigen los escasos pasajeros que, por lo visto, llevan media hora esperando. Recuperado el aliento le enseño mi billete a la azafata para que me explique por qué sale el vuelo una hora antes, pero no me hace el menor caso. Desisto del asunto y me sumo en una profunda reflexión sobre los misterios del tráfico aéreo.

Como temía, mi maleta no aparece en Alicante y armo el consiguiente zapitoste en Iberia. Al día siguiente me telefonean a Benissa avisándome de la aparición de la maleta, pero que no me la envían a casa, como prometían, porque los aduaneros quieren que la abra. Trasladado de nuevo a Alicante, me entregan la maleta sin inspección alguna y puedo recuperar 50 $ que me abona Iberia por las molestias ocasionadas. Algo es algo.    

He necesitado dos semanas para volver a la normalidad en lo que a sueño se refiere y puedo, ahora, analizar las experiencias vividas.

Me han llamado la atención algunas cosas en este breve recorrido por el sur de los EEUU:

Entiendo mejor el inglés americano que el auténtico british.
La televisión se escucha y se ve maravillosamente bien, aunque abusan de la publicidad.
Esta gente tiene un grave problema con la obesidad.
Los helados son empalagosos, aunque las variedades son infinitas.
En los aeropuertos existe el mismo desprecio hacia los reglamentos y los horarios que en España.
El respeto a los viandantes por parte de los conductores es exquisito.
En Nueva Orleans he visto a todo el mundo comiendo o bebiendo mientras caminan por la calle.
Los papeles Kleenex y de baño son de una calidad extraordinaria. No entiendo por qué la misma marca, en España, produce productos tan inferiores.
Es curioso que los semáforos estén colocados 20 metros después de la raya donde deben parar.
Los coches llevan las luces encendidas durante el día (ya lo copiaremos aquí tarde o temprano).
No he visto a ningún WASP (*) por las zonas visitadas. Me dicen que están en el norte.
Ni en España ni en los USA me han puesto los clásicos sellos en el pasaporte, que antes permitían fardar de viajes.



(*) WASP=blanco, anglosajón protestante=americano fetén

miércoles, 30 de mayo de 2012

DE MIAMI A NEW ORLEANS

Mi sobrina María Luisa me ha llevado a un "Moll", que es como llaman aquí a nuestras "grandes superficies". Es donde se concentran todo tipo de tiendas y supermercados, lo que me aclara por qué no vi ningún tipo de negocio para el público por las calles de Miami.

Comemos en un restaurante cuyo nombre he visto desde la ventana de mi habitación y que luce un estimulante título: "The red crab". Sirven unas raciones de cangrejo espectaculares, pero con escaso sabor.

Después de la siesta, que no perdono ni en los USA, María Luisa me lleva a conocer su casa, que me recuerda a las que se ven en las películas americanas, con sus aceras de cesped, muchos árboles perfectamente alineados y un gran confort en el interior de la vivienda. Son tres personas de familia, cada uno con su correspondiente coche, su teléfono y su computador.
 
Las atenciones de mi sobrina y de su encantadora hija Cristina han sido estupendas. El miércoles 10 Cristina me lleva al aeropuerto para que pille el avión de American Airlines a New Orleans. 

Mientras espero la salida de mi vuelo, se me ocurre que estos yankees no suministran ningún alimento durante el vuelo, a pesar de que sale a la una de la tarde, así que me disparo una ración de pizza y una coca cola pequeña en una cafetería del aeropuerto. La pizza tiene medio kilo  de queso y la coca cola es como de a litro.. No puedo terminar con ninguna de las dos.



La salida del vuelo se retrasa una hora debido al mal tiempo, según nos indican muy amablemente. Al final se deciden a despegar y, al rato, nos encontramos con una tormenta de mucho cuidado. El capitán nos tranquiliza diciendo que está buscando un hueco entre las nubes y que espera aterrizar pronto  en nuestro destino. El aparato se mueve como una coctelera y las nubes son cada vez más negras. Pienso que me ha llegado la hora y me consuelo recordando que he pagado el billete con la Visa y que, en caso de terminar la cosa como estoy temiendo, al menos le caerán cien millones a Maite.

Una hora después de sobrevolar el tornado (si, era un tornado fetén), el piloto consigue colar el avión por un huequecito, dejándonos sanos y salvos en el aeropuerto de New Orleans.

Finalmente estoy en la cuna del Jazz y me dirijo al hotel Royal Sonesta, donde mi hija me ha reservado habitación.


Hotel Royal Sonesta

El hotel está estratégicamente situado en Bourbon Street, en pleno corazón del barrio francés donde la animación y la movida son permanentes. Salen ritmos de jazz por los numerosos locales que proliferan por toda la calle y aledaños. Gentes de múltiples razas y extrañas vestimentas pululan por la zona, comiendo y bebiendo en enormes vasos de cartón. Negros gordísimos bailan por la calle al ritmo ensordecedor de tambores, trompetas y baterías, seguidos por grupos de turistas que bailan al son que les tocan.
La calle es peatonal de 8 de la noche a 6 de la mañana y facilita que la pachanga sea permanente.




Mi habitación está totalmente insonorizada y no voy a tener problema para dormir. La enorme cama king size ocupa casi todo el espacio e invita a un descanso placentero. Mide cuatro metros de anchura y tres en canal.

Nos ha invitado a cenar Pepe, mi ex yerno, a Maite y a su colega Eva en el "Antoine", uno de los más famosos restaurantes del lugar, cuyo cartel puede verse en la siguiente foto:


Después de cenar salimos a recorrer Bourbon Street y nos vamos encontrando a varios grupos de médicos españoles que asisten al Congreso y que se encuentran aquí como pez en el agua. Maite y Eva se unen a uno de esos grupos y yo decido irme a dormir ya que el "jetlag" está haciendo mella en mi anatomía.

Como mi organismo sigue despistado con el cambio de horario, a las cuatro de la madrugada estoy totalmente despierto. Acudo al recurso de la televisión y me encuentro con noticias alarmantes: los americanos están enviando fuerzas militares al Golfo Pérsico y se disponen a bombardear Irak. Parece que nos encontramos en situación parecida a 1991 y no termino de comprender para qué sirvió esa guerra. Ya veremos.

Mañana es el gran día de la conferencia en el Convention Center.

martes, 29 de mayo de 2012

SEVILLA

Repuesto de mi agradable visita a Sevilla, me reintegro a mi posición de bloguero empedernido. Antes de continuar con los asuntos del Baúl, contaré algunas cosas que me llamaron la atención en esa maravillosa ciudad.

1) Animación en las terrazas a las 11 horas del viernes 25. Mayoría de personal indígena. No es feriado, por lo que me dicen, pero mucha gente está ocupada con el asunto del Rocío.


2) Depósitos de basura
    Aunque lo parezca no estoy acompañado por dos extraterrestres. Se trata de los impresionantes depósitos de basura que se encuentran en las calles de Sevilla. Nada de esas antiestéticas cajas de colores que se ven en Madrid.



3) La moral de los filatélicos
Lo deben de tener crudo con tanto Email y maquinitas de franqueo, pero hay muchas Filatelias en funcionamiento. A eso le llamo yo moral. Yo también era aficionado a los sellos, pero hace cinco años que no recibo una carta con el clásico aditamento tan apreciado en el pasado.


4) Comida
     He comido muy bien en un sitio muy agradable: taberna poncio. Lo recomiendo.

Por lo demás, Sevilla sigue siendo una ciudad monumental que merece echarle un vistazo de vez en cuando. Esta vez  he visitado el Archivo de Indias pero no he encontrado lo que buscaba.


PS: Olvidaba decir que el AVE sigue siendo muy cómodo, a pesar de los fanáticos del teléfono móvil. Es impresionante la rapidez con que las ejecutivas-ejecutoras abren sus PC antes de que el tren haya salido de la estación. La que me correspondió en el asiento posterior,  inició una conversación a las 9 de la mañana, hora de salida de Madrid y se pasó todo el viaje explicando a sus empleadas cómo tenían que conectar los cables del ordenador que, por lo visto, estaban enredados. Ignoro si se arregló el estropicio porque llegamos a Sevilla y continuaba con el mismo tema (muy instructivo, por lo demás)..

miércoles, 23 de mayo de 2012

PERMISO PARA IR A SEVILLA



Para ordenar algo mis recuerdos, que se hacen más vagos a medida que me acerco a la actualidad, voy a pasarme unos días al calorcito de Sevilla, con el permiso de vuesas mercedes. Estoy hasta las narices de los cambios de temperatura en Madriz.
Volveré pronto, no angustiarse, por favor.

martes, 22 de mayo de 2012

VOLANDO A MIAMI

El 8 de noviembre de 1998 me encuentro en la zona de espera de la puerta A12 del terminal de Barajas. Son las 11 de la mañana y el vuelo 6123 de Iberia tiene la salida programada a las 12. No quiero perderme una presentación que va a hacer mi hija Maite en un congreso médico que se celebrará en Nueva Orleans, USA. Mi hija se ha doctorado en la Complutense de Madrid y ha superado mi modesta licenciatura, aunque en Venezuela me llamaran Doctor, como acostumbraban con todo graduado universitario. En una ocasión, cuando buscaba un limpiabotas  por la plaza Bolívar, me dice uno de éllos. "¿Limpia, doctor?. Le digo que sí y le pregunto:
"¿Cómo sabe Vd. que soy doctor?"
"Es que aquí llamamos doctor a cualquier pendejo", fue su drástica respuesta.

Estoy levantado desde las cuatro de la madrugada para poder estar en Alicante a las siete menos cuarto, una hora antes de que salga mi avión a Madrid. He tenido un sobresalto al llegar al aeropuerto de El Altet, pues no encuentro mi portafolios con toda la documentación del viaje. Después de intensa y acalorada búsqueda, aparece dentro del coche, entre la puerta delantera y el asiento. Llegamos a Barajas a las 9 y media, por lo que me temo una larga y aburrida espera hasta tomar el vuelo a Miami y conectar con otro a New Orleans, aunque buen tiempo lo paso recorriendo los kilómetros de pasillos dentro del aeropuerto. ¿Por qué diablos lo desembarcarán a uno en el extremo opuesto a donde va?


La sala de espera en que me encuentro es un hervidero humano. Deben haber más de doscientas personas, de variado aspecto y nacionalidad predominantemente centroamericana. A las 12 menos cuarto decido acercarme a la puerta de salida donde reluce una pantalla de televisión con el aviso "Iberia 6123 a Miami".


Me coloco lo más cerca posible, aunque detrás de una de las pobladas colas que se han formado. Hay mucha gente de Guatemala con montones de bolsas de mano, fardos cerrados con cinta adhesiva y bolsas del Corte Inglés. Me temo que estoy haciendo el ridículo con mi maletín de mano reglamentario (128 cm de envergadura, según exige IATA).

¡La pantalla ha cambiado! En lugar de mi vuelo aparece:
"Iberia 6145 a Managua"

Cinco minutos después vuelve a cambiar:
"Iberia 6138 a Cancún"

Y de nuevo, cambio:
"American Airlines 524 a Miami"

De pronto puede leerse:
"Iberia 6222 a Tegucigalpa"

Así hasta seis vuelos diferentes. Empiezo a ponerme nervioso cuando, ¡albricias!, vuelve a salir mi vuelo 6123 en la pantalla. Pronto la alegría se termina, pues volvemos otra vez al desfile de los otros vuelos. Me pregunto, ¿cómo van a distinguir a los paajeros de tantos vuelos saliendo por la misma puerta?
Transcurren los minutos y funcionarios de Iberia con teléfonos portátiles vienen y van. Nadie sabe nada y me pregunto si estoy en Madrid o esto es el aeropuerto de Burundi.

Por los altavoces se escuchan llamadas para otros vuelos:
       "Pasajeros del vuelo Iberia 4178 a Buenos Aires, embarquen por la puerta A7"
       "Pasajeros del vuelo American 421 a Nueva York, embarquen por la puerta A8"

Por más que aguzo el oído, no capto ni una palabra de mi olvidado vuelo 6123. Es la 1 y media de la tarde y la confusión se hace cada vez más aguda frente a la puerta A12.




De pronto noto ciertos movimientos extraños y me dirijo rápidamente hacia la puerta, ganando por varios cuerpos a los centroamericanos, que casi no pueden con los equipajes "de mano". Los empleados de Iberia no dicen ni pío y logro entrar en el avión. Se trata de un Jumbo y consigo ubicarme en mi asiento 58 que, por cierto, es el penúltimo de la cola (donde no suele llegar la prensa). Me extraña ver a tanta gente volando a Miami hasta que comprendo el viejo truco de Iberia:  todos aquellos vuelos que aparecían en pantalla los han colado en mi avión. En otras palabras, "vuelo" no es igual a "avión". De pronto me asalta una terrible duda y le pregunto a la azafata:
"¿A dónde va este avión?ª
"Primero vamos directo a Miami, luego a otros destinos".
Más tranquilo observo a mi alrededor. Estoy rodeado de gente griposa, sobre todo mi vecino, un holandés que viaja a Honduras para un reportaje de la TV de Amsterdam, que no para de sonarse los mocos. Para espantar las bacterias, dirijo el ventilador sobre mi cabeza, confiando en esparcirla hacia otras zonas del avión que, por cierto, está absolutamente lleno. 

Por los altavoces se escucha la clásica advertencia:
"Coloquen su equipaje de mano bajo el asiento delantero, por seguridad no introduzcan bultos en los compartimientos superiores"-

Es la mayor estupidez que pueda imaginarse. Nadie hace el menor caso, por supuesto, ya que no hay forma humana de situar los enormes paquetes bajo el asiento, así que los van metiendo a empujones en los sitios prohibidos. ¿Por qué no se aplica la ley y se obliga a facturar todo lo que no sea, realmente, "de mano"? Por cierto, este problema no es exclusivo de Iberia pues lo mismo observé en el vuelo Miami-New Orleans por American.

A las dos y media de la tarde nos comunican que emprendemos vuelo. Parece que los pasajeros han terminado su lucha por el espacio de sus equipajes. Con el avión hasta los topes y con el tonelaje que meten estas gentes donde no está permitido, no se si podremos despegar. Menos mal que es un Jumbo, aunque tiene que usar toda la pista nueva de Barajas para levantar vuelo, pero ya estamos en el aire. Nos espera la friolera de 9 horas de viaje, apretados como sardinas en lata. La visita al urinario es una verdadera odisea y por ciertos aromas que se pueden olfatear, me da la impresión de que algunos están usando las bolsas para mareos como lugar de destino de sus sobrantes.

Después del ridículo almuerzo, trato de echar una siesta, pretensión irrealizable por la estrechez de espacio y por el alboroto que impera en el avión debido al trasiego de pasajeros que han venido en grupo, pero los han ubicado en asientos lejanos. Tampoco puedo ver la película que, desde mi apartado asiento, tiene el tamaño de una caja de cerillas. Además no consigo poner los auriculares en funcionamiento.

Me dedico a observar a las azafatas, que son las mismas que admiraba cuando viajaba a menudo, allá por los años setenta. Tienen veintipico años más  y su belleza ha sido sustituída por las arrugas, a la vez que su característica simpatía se ha reducido al mínimo.

A las 11 y media de la noche, hora española, aterrizamos felizmente en Miami. Son las cinco y media de la tarde aquí y me preocupa que mi sobrina María Luisa lleve esperando tantas horas. Después de recorrer unos cuantos kilómetros por los pasillos del aeropuerto (¡qué manía, nos han vuelto a soltar en el extremo opuesto!), encuentro unos agente de policía y aduanas, muy simpáticos, todos hispanos, que me van indicando el camino hacia mi destino. Además han sido tan amables de explicarme que los antiguos "Men room" (servicios) llevan ahora el nombre de "Rest room". (Ya estaba yo apuradillo, por cierto)


Mi sobrina me está esperando, con toda la paciencia de Job y me lleva al hotel AmeriSuits donde me ha reservado habitación  para las noches del 8 y 9, tiempo previsto para recuperarme antes de retomar el vuelo a New Orleans. Llevo casi 20 horas moviendo el esqueleto y, aunque el espíritu no decae, el cuerpo me pide un receso. La habitación del hotel es modesta pero muy amplia, con tres ambientes que incluyen cocina, nevera, salón y una comodísima cama donde caigo con alivio en un sueño reparador hasta las 8 de la mañana, hora española. Pero por aquí todavía andan por las dos de la madrugada, así que me preparo mi clásico nescafé que, precavidamente, siempre llevo en la maleta y me dispongo a disfrutar de una larga sesión de TV hispana desde la cama.


A las 6 se puede desayunar y bajo al comedor para encontrarme con una serie de apetitosos manjares que no saben a nada. He quedado con María Luisa para que me recoja su hija Cristina a las 11 para llevarme a dar unas vueltas por la ciudad, así que salgo del hotel a dar un paseo por los alrededores. Pronto me percato de que estoy "en the middle of nowhere" (en mitad de ningún sitio)  pues no hay más que autopistas, coches, almacenes y muchos jardines. Todo precioso pero muy aburrido, por lo que resuevo volver a mi TV y disfrutar de la interminable propaganda hasta que me recoge Cristina y me deja cerca del Bco. de Santander, donde trabaja mi sobrina. Doy un paseo por los alrededores con la pretensión de admirar los escaparates de las tiendas que deben haber por aquí, sin duda, pero no veo ni una, por lo que vuelvo al sitio donde he quedado con María Luisa. Mientras espero a mi sobrina observo unos movimientos extraños de personas que han salido del edificio y se sitúan detrás de árboles y columnas en actitud sospechosa. Finalmente comprendo que se trata de fumadores, especie despreciada en este país. Manía que, como tantas cosas, copiadas de los USA, se pondrá de moda en España años después.

He aprendido una lección con este viaje en la llamada clase turista que, en realidad, es tercera clase. Si no tengo dinero para pagarme un pasaje de 2ª (o business class), no haré más viajes.  Si vale el doble, pues muy sencillo, haré un viaje en vez de dos, pero no vuelvo a meterme en un batiburrillo de esa categoría. El viaje de vuelta será el último en 3ª.