lunes, 30 de abril de 2012

SANT BOI DE LLUSANÉS

En las vacaciones hemos ido  a San Baudilio de Llusanés, donde mi padre es el médico titular. Es un pueblo de la provincia de Barcelona, en la comarca de Osona, bastante popular entre los excursionistas catalanes por sus bonitos alrededores y por la buena comida de sus restaurantes.  

Hay una especie de mesón en el cruce de la carretera que va a Sant Quirze de Besora donde sirven unos canelonis a la Rossini ¡envueltos en hojas de repollo en vez de la clásica pasta!  Deliciosos, al igual que los múltiples embutidos de la zona, como fuet, butifarras y otros productos del cerdo tan abundante en la región.
Entrada al pueblo de Sant Boi de Llusanés

Mis progenitores están muy contentos en el pueblo, donde mi padre está en su salsa hablando catalán, como cuando vivían  en Sort, antes de la guerra. Mejor aún, pues tiene un Seat 600 que cuida "como la niña de sus ojos" y se desplaza por los pueblos aledaños que no tienen médico titular. Parece que, por primera vez, ha solucionado su situación económica .

Aunque ni Maite ni mis hijas están muy entusiasmadas con el lugar, lo han pasado bien visitando una de las numerosas porquerizas del pueblo:

Maite, la mayor, Elvira y Ana disfrutando en el zoo improvisado.

La madre de los cerditos asomada para saludar a Ana

Para volver a Madrid hay que pasar por una carretera endiablada a la que llaman "la trona" que lleva hasta Vic. Ya la conocimos en el viaje de ida y nos quedamos bastante preocupados pensando que la tendríamos que tomar otra vez y en bajada .  La tal "trona" tiene más de 60 curvas y hay que conducir con el mayor cuidado para no volcar por alguno de los precipicios que bordea.

En este vídeo podemos ver el recorrido de la carreterita en la actualidad, muy mejorada con "quitamiedos" y todo:



Aunque hay menos insensatos que en otros "rallies" más conocidos, tampoco falta quien se sitúe en las curvas, a ver si lo pilla el coche. Una afición parecida a la de los que corren delante de los toros en los festejos de tantos pueblos de nuestra geografía.

A pesar de la belleza del lugar, el aire de la montaña y el sabroso "pa amb tomacat" con fuet, no he conseguido que mis chicas se apunten a un segundo viaje. Dicen que prefieren la playa.

viernes, 27 de abril de 2012

ASCENSO

En noviembre de 1970 se produce mi ascenso a Controller. Es una posición cualificada en el grupo 1, posiblemente el último escalón al que puede aspirar un empleado local. Bill Murphy se va a Londres y voy a ocupar su cargo. Supervisaré a los jefes de contabilidad de las compañías ESSO en España y Portugal y tendré dos superiores directos en Madrid: Roy Nystrom, gerente de Essochem (productos químicos) y    George Wynn, gerente de Esso Iberia (productos petroleros). Como es habitual, también soportaré a otros jefes funcionales, uno en Londres respecto a petróleo y otro en Bruselas para productos químicos.

Cuando le cuento la noticia a Maite, que ya ha vuelto a Madrid, a nuestro piso del Parque de las Avenidas e inscrito a las niñas otra vez en el colegio Santa María,  decidimos salir de fiesta, a celebrarlo por todo lo alto.


Para decirle adiós a Bill Murphy, le obsequiamos unas figuras de don Quijote y Sancho Panza:


Desenvolviendo el regalo

Unos días antes de su marcha, Murphy debe asistir a  una reunión de controllers en Hamburgo, a la que me invita para hacer mi presentación,  a la vez que se despide de los colegas europeos.

El viaje a Hamburgo lo prepara Murphy con la prisa que lo caracteriza. Volamos a Frankfurt para conectar con el vuelo a Hamburgo, pero el vuelo desde Barajas llega con retraso y hay que correr de lo lindo por los interminables pasillos del aeropuerto para pillar la conexión. Si llegan a cronometrar la carrera, estoy seguro de que igualamos el record de los 1.500 metros.
La precisión de los alemanes para no desviarse ni un segundo del plan establecido en las reuniones era notable. Al terminar el primer día, Murphy comentó con el controller inglés que si no había plan para la noche, conversación que captó uno de los alemanes y que, inmediatamente, produjo la invitación a los diez asistentes a una improvisada "pachanga". Nos llevaron a un club nocturno, acomodándonos en una especie de "mezzanines" desde donde se veía perfectamente el espectáculo, un poco guarro si se me permite la expresión. El inglés aprovechó el momento en que una bonita camarera nos servía las copas para pellizcarle las piernas. Supongo que esperaba que la chica no se hubiera percatado del autor de la caricia, pero poco después regresó y se sentó en las piernas del atrevido, que se hacía el inocente, el muy hipócrita.

Terminada la conferencia, dimos una vuelta por la ciudad de Hamburgo que, por cierto, me pareció  preciosa, por su enorme extensión, sus estupendos parques y el orden y limpieza imperantes. Una ciudad digna de conocerse.


Mi nueva posición obligaba a frecuentes viajes dentro y fuera de España. En Castellón de la Plana  estaba Productos Químicos Esso, productora de caprolactama, un material derivado del petróleo que se utiliza para fabricar fibras . Ese producto se enviaba a Fibras Esso, en Zaragoza, para conversión en hilo. En Barcelona estaba la oficina comercial de Fibras Esso donde, por cierto, trabajaba Luis Valls, encargado de la supervisión de las modelos que probaban la ropa interior elaborada con la fibra producida  en Zaragoza. Era la envidia de mucho personal de la empresa por su agradable tarea.

En Castellón teníamos una refinería, Esso Petróleos, a la que había que visitar periódicamente. También tenía bajo mi supervisión al jefe de contabilidad y finanzas de Amoniaco Español, en Málaga, mi anterior cargo. Finalmente, estaba Esso Portuguesa, en Lisboa, a donde acudía mensualmente, disfrutando de las atenciones de Fausto Fernández, el jefe de contabilidad y una persona educadísima, como la mayoría de los portugueses que he conocido.

En la siguiente foto estamos esperando con atención que nos sirvan los fantásticos "lagostinos" (cigalas) típicos del lugar. Lo que nunca me convenció fue el afamado bacalao que tanto comen por allí. Como el de Barcelona, ninguno.

Con los directores de Esso Portuguesa. Fausto es el primero a la izq.

Tampoco faltaban las reuniones  con peces gordos, como ésta con banqueros y empresarios de seguros a la que asistí en el edificio de La Unión y El Fénix:


Mi nuevo trabajo tenía un 30% de relaciones públicas, por lo menos. Comidas con los auditores externos de Price Waterhouse, directores de sucursales bancarias y cenas en las mansardas de La Moraleja  del director de Esso Chemical, Roy Nystrom y de George Wyinn, director de Esso Iberia. Añadamos a estas actividades las reuniones trimestrales de controllers de Esso Chemicals en Bruselas y las semestrales en Esso Petroleum en Londres. Estas últimas muy  representativas del espíritu británico, nos hospedaban en hoteles de tres estrellas, mientras en cualquier otro lugar lo hacían en alojamientos de 4 ó 5 .
En una ocasión el hotel londinense era tan malo que varios nos cambiamos a otro lugar más decente.

Entre tanto, el amigo Smith no se andaba con tonterías y había alquilado un chalet en Puerta de Hierro. Durante una cena a la que nos invitó a su casa, me anunció que lo transferían al Líbano, país que todavía se consideraba "la Suiza del Cercano Oriente" (cuando empezaron los disturbios ya habían vuelto a cambiar a Smith a los USA, afortunadamente para él)).

Roberto Smith tenía un Mercedes Benz del año 66, con trasmisión automática,  que había prometido venderme si se iba de España. Cumplió su promesa, mientras yo vendía mi Opel Rekord al amigo Erasmo López. Una clase de transacciones a las que estaba acostumbrado en Venezuela.

Mi nuevo "haiga" comprado por 1.500 dólares

No sabía en qué lío me había metido al poseer un coche de esa categoría. No es que fuera ningún "veneno", pues en el taller al que lo llevé al día siguiente de comprado, me dijeron que estaba perfecto. Pero había que hacerle las revisiones periódicas habituales necesarias para cualquier vehículo y los concesionarios pasaban unas facturas que triplicaban el coste del mismo servicio cuando tenía el Opel. Ya contaré otras incidencias con el cochecito de las narices.

jueves, 26 de abril de 2012

FLAMENCO JONDO

Una de las consecuencias de mi agradable estancia en Málaga fue la afición al flamenco. Pero no al que conocía antes, sino al auténtico cante jondo, el que estremece los sentidos y se clava en el corazón para siempre. Aquí traigo algunos ejemplos de flamenco puro, empezando por el cante de la petenera, uno de mis favoritos, interpretado nada menos que por el gran José Menese:, al que acompaña otro grande, el guitarrista Melchor de Marchena.

Antes una advertencia, estoy enterado del poco aprecio que, inexplicablemente,  tienen  algunos lectores a este tipo de música; les ruego hagan un esfuerzo en mi honor y escuchen con atención.




A continuación "Fosforito", en la especialidad de su tierra, el cante por malagueñas:




Lo más fascinante del flamenco, para mi,  es la guitarra. A continuación tres maestros del toque:












La guitarra flamenca, me apasiona  Tanto me fascina que resuelvo aprender a tocarla. Contrato a un guitarrista profesional que, a los pocos días, tira la toalla. Pretende que lea música y que aprenda a interpretar el pentagrama. Tras el fracaso, contrato a otro que me promete enseñarme sin necesidad de pentagrama. Éste utiliza "cuadrigramas"  y  tarda tres meses en convencerse de que tiene la batalla perdida conmigo. En el interín me he comprado una fantástica guitarra que, prácticamente, toca sola. Pero quedo convencido de un par de cosas: la guitarra flamenca hay que mamarla y, como dice el refrán venezolano, "loro viejo no aprende".

miércoles, 25 de abril de 2012

LEAVING MALAGA

Durante mi estancia en Málaga recibí algunos obsequios de Navidad por parte de proveedores y bancos. Se lo notifiqué a "Cape" Harney para saber cuál era la política de la compañía en estos casos. Como algunos regalos sobrepasaban los cien dólares del límite, de  una caja de 12 botellas de whisky que envió un generoso banquero, repartí  11 botellas entre mis empleados. Harney me había advertido que no era recomendable rechazar los obsequios, ya que se trataba de una práctica muy extendida en la zona. Mi familia estaba sorprendida y encantada con las cosas que llegaban a casa.

Durante 1968 reorganicé el departamento, colocando a los empleados que consideraba más eficientes al frente de las secciones más importantes y deshaciéndome de 4 maulas que logré colocar en otros departamentos. Como ya he comentado mi jefe directo era Harney, en Málaga, pero tenía otros dos en Madrid que eran supervisores funcionales: Murphy, el Controller y De Leener, el Tesorero.

En marzo de 1970 me notificaron que me transferían a Madrid, al cargo de "Coordinador de contabilidad financiera", a las órdenes de Bill Murphy. Sorpresivamente la vuelta a la capital no fue muy bien aceptada por la familia. Mis hijas se habían adaptado perfectamente a Málaga y tenían numerosas y buenas amistades.

Ana y "Chipi" Padilla

Maite también pasaba muy buenos ratos con sus amigas del entorno. Contribuía a nuestro disfrute del lugar las excursiones que realizábamos por los alrededores: Torremolinos, Nerja,   Torre del Mar, etc.  y la amabilidad típica de los andaluces.

De excursión por los montes de Málaga

Cuando me hicieron la clásica cena de despedida, Fred Moulton había reemplazado a Harney como gerente. Era un americano mucho más humano que su antecesor, pero estuve a sus órdenes sólo cuatro meses. Bueno, al menos me entregó la clásica estatuilla de "El cenachero", regalo típico a los que se van de Málaga:


Como las niñas estaban en pleno curso de estudios, decidimos que se quedara Maite en Málaga con éllas hasta julio, marchando yo a Madrid, aunque procurando ir a Málaga todos los fines de semana. Así lo negocié con la empresa y comencé la etapa más viajera de toda mi vida. Unas veces en avión y otras en tren la noche del viernes hacía el viaje de ida, volviendo a primera hora del lunes a Madrid. Las empresa me pagaba los viajes y el alquiler de un apartamento en la calle Doctor Fleming, muy cerca de la oficina, en plena "Corea", o "costa Fleming" para algunos. También mis comidas corrían por cuenta de la compañía mientras estaba en Madrid, de manera que tuve la oportunidad de conocer los buenos restaurantes de los alrededores, entre los que prefería el "Príncipe de Viana". Al mes decidí cambiar a lugares de comida casera para apaciguar algo los crecientes ardores de estómago.

Al amigo Smith también lo habían transferido a Madrid como director de marketing de Esso Chemical. Para conservar nuestra buena forma física conseguida en Málaga, nos inscribimos en un club de judo en la calle Ibiza, donde pasamos los exámenes para optar  al "cinturón marrón". El profesor de judo no tomaba en consideración que éramos ya unos tíos talluditos y nos ponía a practicar competición con chavales de 20 años. Uno de éllos era un gordo de 90 kilos que me pisó el pie mientras me hacía un "osoto gari", dislocándome el pie derecho. Me colocaron una escayola y me dijeron que mantuviera el pie en alto (cosa complicada si no está uno acostado en la cama).

Dió la coincidencia de que, tres días después, tenía una conferencia de Esso Chem en París a la que no podía faltar. Provisto de una elegante muleta, hice el viaje sin problemas, pasando los tres días que duró la reunión metido en mi habitación del hotel cuando terminaban las charlas y los demás se iban de pachanga por París. Tenía unas vistas preciosas sobre el cementerio de Montmatre, pero me traían una excelente comida a la habitación.

La vista desde mi habitación, esplendorosa

No quise explicar el motivo de mi avería a los asistentes para no dar lugar a la pregunta: "¿Y quién le manda a practicar judo a su edad?". Lo achaqué a una caída.

En vista de mi experiencia en el judo y con el beneplácito de Maite, resolví retirarme de ese deporte. En su lugar escogí otra forma de hacer ejercicio mucho más tranquila, inscribiéndome en el Presidente, un gimnasio que estaba por la calle Profesor Waksman, no lejos de la oficina y donde habían unas instalaciones magníficas. Lo de "mens sana in corpore sano" lo llevaba a rajatabla.

martes, 24 de abril de 2012

CULTURA FÍSICA

Para liberarnos un poco del estrés provocado por nuestro querido jefe "Cape", Luis Amigo, jefe de personal, Robert Smith, jefe de marketing y yo, nos apuntamos a un gimnasio, propiedad de dos oficiales de la policía (grises). Era gratificante sacudirle al profesor de judo imaginando que era el mismísimo "Cape".

Aquí aparezco dándole lo suyo a uno de los grises:


Levantando a un "gris" de 90 Kilos. Al fondo, Smith.

En pleno "uchi mata"

Final del "uchi mata"

El ejercicio físico era formidable y conseguí eliminar las grasas que llevaba acumulando desde mi llegada a España. Nunca tuve ocasión, por fortuna, de practicar mis conocimientos de judo en otro lugar que no fuera el gimnasio. Lo que sí me sirvió, en varias ocasiones, fue la técnica de caer al suelo sin hacerse daño. Una de esas caídas se produjo en Bruselas, tiempo después, cuando me encontré las calles con nieve helada y una temperatura de menos 15º; pegué un resbalón espectacular, cayendo al suelo sin partirme ningún hueso y recibiendo el aplauso de los viandantes.

Tras mi regreso a Madríz (sí, otra mudanza) no quise perder la buena forma física lograda en Málaga y me apunté a un club de judo que había por la calle Ibiza. El profesor, a pesar de no ser policía, era bastante bestia, consecuencia de lo cual sufrí un par de averías En la foto puede apreciarse el desperfecto, igual que el de mi hija Elvira, producido éste por su afición al esquí:


Escayolados a pares. Calle Bolonia, novbre. 1971


lunes, 23 de abril de 2012

CURSOS DE POST EMPLEO

Las multinacionales americanas tienen gran interés en que sus empleados sepan de qué va el tema. Alguna deficiencia debieron notar en mi persona porque me enviaron a varios cursos de entrenamiento. Afortunadamente tenía tres magníficos asistentes: Enrique Fraga, Esteban Heras y Antonio Palacios (gallego, soriano y malagueño) que mantenían las operaciones del departamento en perfecto estado de salud durante mis ausencias. En casa, por supuesto, Maite tenía todo bajo control.

En Madrid asistí a varias reuniones y cursillos para  los jefes de contabilidad de las diversas compañías ESSO en la península Ibérica, que estaban bajo la batuta de Bill Murphy. Ésta es una de ellas:



En la que sigue, están los jefes de contabilidad de las asociadas ESSO Chemicals en Europa:




Tampoco faltaron diversos cursos en el extranjero, como el "Managerial Grid", de Blake & Mouton, celebrado en Maidstone, Inglaterra.  "Cape" estaba convencido de la eficacia del curso y quería que todos sus ayudantes lo siguieran.  

La obra de Blake & Mouton define los diversos tipos de dirección y las características del directivo ideal, por medio de un eje de coordenadas o rejilla de estilos:


Las ordenadas reflejan los grados de interés por el personal y, las abscisas, por la empresa. El directivo ideal sería un 9.9, máximo interés por el personal y máximo por la empresa. El 5.5 retrata muy bien al "pasota", mientras que el 1.1 es un candidato seguro al despido.

Un ejemplo clásico de un 9.9 lo representó Henry Fonda en la película "Doce hombres sin piedad", en la que se notan muy bien los estilos de actuación de la rejilla entre los otros miembros del jurado.


El curso pretendía que aprendiéramos a lograr el 9.9 ó, al menos, aproximarnos a él. Se juzgaba fundamentalmente  el comportamiento bajo presión. A las 8 de la mañana empezaban las reuniones de grupos de participantes, 5 ó 6 de cada país y después había una reunión general con todos, incluídos los instructores. Sólíamos terminar pasadas las 12 de la noche hasta lograr el resultado.

Jamás he asistido a un curso tan exigente.  Se trataba de llegar a un acuerdo unánime del grupo y luego discutirlo en la reunión general para demostrar que nuestras conclusiones eran las adecuadas al problema planteado. Como  consecuencia de estas acaloradas discusiones, el gerente de una papelera de Londres tuvo un ataque al corazón y otro, un veterano de 60 años, director de una empresa farmacéutica, se retiró antes de terminar el curso, anunciando que pediría la jubilación anticipada.  Para remate, cuando terminaba el curso, el grupo tenía que hacer una evaluación del comportamiento de cada integrante del mismo; algo impresionante por la crudeza de las opiniones.

También me enviaron al "Capital Budget Seminar" en Maidenhead (RU), cerca del Támesis y de la Universidad de Oxford:, al que asistía personal financiero de las diversas asociadas ESSO en Europa. En esta ocasión, la cosa fue más suave y pudimos dar unos paseos por las orillas del río y conocer la famosa Universidad.

Con el italiano, en Maidenhead

Recuerdo un  curso de "Business Analysis & Planning" en Casteau, Bélgica, cerca de Mons, al que asistió también otro español, empleado de Fibras Esso. Había poco que ver por los alrededores, como no fuera la base de la OTAN próxima a Mons. En un bar muy elegante de la ciudad observamos, con cierta repugnancia, el método de limpieza de vasos que utilizaban. Habían llenado de agua una de las pilas del fregadero y allí enjuagaban los vasos usados con gran rapidez. También me pareció poco agradable la comida que nos servían en el hotel: no vimos el pescado ni por asomo, como no fueran unos mejillones que servían con mucha pompa y que yo no cataba debido a  mi antipatía a ese desagradable molusco.

La Grand Place de Mons

Por suerte, durante esa temporada de reuniones, cursos y extrañas comidas, había perdido el temor a los aviones y la úlcera había desaparecido gracias a los previos cuidados intensivos de mi santa.

Mañana me referiré a otro tipo de entrenamiento.

viernes, 20 de abril de 2012

VIVA MÁLAGA LA BELLA

Antes de trasladarnos a la Costa del Sol, resolvimos cerrar nuestro piso en el Parque de las Avenidas, confiando en un pronto regreso a Madrid, como me habían prometido.

La compañía nos pagaba la estancia de una semana en el hotel Málaga Palacio mientras buscábamos casa en la ciudad. (Estos americanos no se paran en tonterías).

No fue difícil conseguirla  pues ocupamos la que había dejado mi antecesor en el cargo.  Estaba en Pedregalejo, a una manzana de la carretera y se veía el mar desde la terraza. También podía observarse, con cierta preocupación por mi parte, una grúa gigante que parecía amenazar con la inminente construcción de un bloque de edificios entre la casa y las vistas marinas. García, el anterior ocupante, me tranquilizó diciendo que llevaban así cuatro años sin hacer obra de ningún tipo.

 Maite contrató al hermano de la asistenta que se había procurado, para que colocara unos cuantos cuadros que habíamos traído de Madrid y otras minucias. De repente escuchó un gran estruendo desde la habitación donde estaba trabajando el fulano y se encontró con un boquete en la pared.
-"Señora, esta pared estaba loca por caerse", fue la explicación del tipo.

A los tres meses empezaron las obras entre nuestra casa y el mar, por lo que  decidimos buscar otro lugar para vivir tranquilos. Maite se había hecho amiga de unos vecinos, Antonio y Maricarmen Reyes que tenían unas casitas, anexas a su chalet en la calle Ventura de la Vega. A una de ellas nos mudamos con la mayor alegría, como la que le canta don Antonio Mairena a la ciudad:




Uno de mis ayudantes  en el departamento financiero de Amoniaco, era Antonio Palacios, un amante del flamenco puro,  que me fue aleccionando en la comprensión de la riqueza de esa música, así como del placer de escucharla mientras se saborea un "fino" y sus correspondientes tacos de jamón. El cante que más me gustaba era el de la petenera, aunque a los andaluces les hace el mismo efecto que el color amarillo. Por cierto, había un fulano en Málaga cuyo solo nombre provocaba la desbandada de todos los contertulios; lo apodaban "el sopas" y espero salir airoso de esta mención.

Palacios y otros compañeros de la oficina  me llevaron, a la semana de mi incorporación,  a conocer la zona turística de Torremolinos. Unos días después de esa excursión, Maite recibió una llamada anónima por teléfono, en la que le avisaban de que yo andaba de fiesta por la zona turística. Inútil llamada porque ya se lo había dicho yo. Lo peor fue que ese tipo de llamadas continuó durante unos días. Le comuniqué el asunto al subdirector, don Luis Castellano, que inmediatamente lo notificó a la policía. Se terminaron las llamadas.
Según parece, al menos así lo sospechamos, el jefe del almacén de materiales estaba detrás de la campaña.  Ese fulano no había podido justificar una diferencia importante entre las existencas físicas y lo que marcaban los libros de contabilidad, por lo que le había enviado a un auditor para que ejerciera un marcaje estricto sobre las entradas y salidas de material .

Este incidente fue lo único que alteró, por poco tiempo, nuestra tranquilidad en Málaga, porque estábamos haciendo muchos y buenos amigos entre vecinos y compañeros de trabajo. Particularmente con Luis Amigo, el jefe de personal y su mujer, que también era de Bilbao; y con Robert Smith, jefe de comercial y su mujer. Robert era de Minessota y uno de los personajes más extraordinarios que he conocido. Su baja estatura, su simpatía y su personalidad hacían que congeniara rápidamente con los demás. Pronto se hizo amigo de los poderosos clientes de la empresa, ricos hacendados que compraban fertilizantes para sus cultivos. A sus fabulosas fincas  solían invitar a Robert que, como excelente gurmet,  apreciaba los caldos y la comida que le ofrecían.
Mientras Maite inscribía a las niñas en el colegio El Limonar y aprendía a freír, al más auténtico estilo malagueño, los deliciosos chanquetes que traían los pescadores a domicilio, yo atendía a mis actividades como jefe administrativo de Amoniaco Español. Encontré una buena colaboración del personal, aunque al principio me costaba entender el lenguaje andaluz. En aquellos momentos se estaban dando los títulos al empleado de oficina más limpio y al que tuviera más desordenado su despacho:

"Cape" Harney entregando los muñequitos al limpio y al sucio

A nuestro ilustre jefe, "Cape" Harney, autor de la idea, se le ocurrió también otro invento: invitarnos a comer a los jefes de departamento todos los viernes en un salón reservado del hotel Málaga Palacio y, después de la comida, aprovechar el resto de la tarde para discutir asuntos de la empresa. Las digestiones de los viernes se hacían sumamente pesadas, como puede suponerse, lo que produjo algunos problemas de vías digestivas de los que salí premiado con una úlcera de duodeno.

En la siguiente foto, las caras de los asistentes no revelan ningún malestar, curiosamente el amigo "Cape" estaba de viaje:


Mis padres estuvieron un par de veces en casa y disfrutaron mucho de los deliciosos mariscos de El Cabra, en la playa de Pedregalejo. Como la mayoría de las playas de la zona estaban bastante sucias, consecuencia de muchas generaciones acostumbradas a echar la basura al mar, nos hicimos miembros del club El Candado, que tenía piscinas y unas playas al lado de un puerto deportivo, bastante agradables. Curiosamente, en el club había una instructora de natación que lo había sido, nada menos, que de Johnny Weismuller.

Piscinas de El Candado

Puerto deportivo y playa de El Candado

Muchas  salidas a disfrutar de las deliciosas cigalas vivas a la plancha de El Boquerón de Plata,  invitaciones a casa de "Cape" y otros compañeros y amigos y disfrutar del caracter festero y contagioso de los nativos. Una vida placentera.

jueves, 19 de abril de 2012

¡AL RICO EMPLEO!

A medida que iba ambientandome en Madrid, localicé a varios colegas que, llegados de América, habían logrado colocarse en las multinacionales que iban instalándose en España, como había hecho yo. Nos reuníamos de vez en cuando y discutíamos sobre el estado de la profesión y de las oportunidades que se presentaban. Algo inquieto por mi situación profesional, hablé con John Wolfe sobre mi futuro en la empresa. A pesar de haber recibido ya un 40% de aumento salarial, todavía no cubría los gastos de casa y tenía que acudir a menudo a mis ahorros venezolanos.

Wolfe me dijo  que pensaban establecerse en otros puntos de España, donde, como jefe de los servicios contables,  iba a realizar un trabajo similar al de Els Monjos y Torrejón. No me pareció un futuro muy atractivo el que me prsentaba y empecé a fijarme seriamente en los numerosos anuncios que aparecían en la prensa.



También hice unas visitas a las oficinas de Shell España, BP y otras empresas petroleras, sin resultado, por falta de vacantes o, en ocasiones, porque mis aspiraciones salariales se salían de su presupuesto. Interiormente añoraba el "aroma del petróleo", como sucede a todos los que han trabajado en esa industria.

Fruto de mis contestaciones a varios de esos anuncios, recibí una oferta de Bristol Ibérica, una afiliada a los Laboratorios Bristol Myers, de Missouri. En junio de 1966 empecé a trabajar como director administrativo de la compañía, cuyas oficinas estaban en la calle Orense.

La renuncia a mi anterior empleo no fue sencilla debido a los intentos de GB-Purina de que cambiara de idea. Pero como nunca he sido partidario del regateo, una vez tomada la decisión, jamás he vuelto atrás.

Ni este regalo hizo cambiar mi opinión

Aquí empieza mi recorrido por varias empresas multinacionales, aprovechando una época de grandes oportunidades para la profesión. Haré un resumen para no marear a los lectores.

Entre los amigos y conocidos que encontré en Madrid, estaba Gordon Hatherley, que había sido mi jefe en la Cía. Shell de Venezuela. Después de su marcha a Hong Kong, había aceptado un cargo con una empresa filipina y ahora se encontraba en Madrid, dirigiendo el complejo Soto Grande del Guadiaro, al lado de Gibraltar.  Me ofreció el cargo de jefe administrativo y me propuso que hiciera una visita al lugar, antes de aceptarlo.

Salimos toda la familia en el Opel  y nos dimos un garbeo por Andalucía. Nos detuvimos  en Granada para admirar la Alhambra y aspirar el grato aroma de sus jardines. Al pasar por Málaga paramos en la Carihuela para comer en Casa José, donde disfrutamos a tope del rico pescaíto frito:



Aunque la urbanización Soto Grande y la casa que me ofrecían, por cuenta de la compañía, eran estupendas, la falta de colegio para las niñas nos hizo declinar la oferta. Regresamos a Madrid por Sevilla, donde dormimos en un típico hotel de la ciudad, cuyo nombre no puedo recordar.

A casa seguían llegando ofertas de trabajo, a pesar de mis 40 primaveras cumplidas y resolví aceptar la de  Ingersoll Rand, en la que estuve un mes. La siguiente era Profident-Bristol, con fábrica en Fuencarral. Allí estuve tres meses, con la dentadura bien aseada,  hasta que, finalmente, recibí la oferta que tanto esperaba, la que no podía rechazar: 

Esso Iberia me ofrecía un puesto en su filial Amoniaco Español en Málaga. Mr. Murphy, controller de Esso, me dijo que iba a ser un trabajo provisional, lo que tardara en solucionar algunos problemas que tenían allí, pero que luego volvería a Madrid. Me pagarían un viaje a Málaga, a Maite y a mi, para que conociéramos el lugar previamente. 

El recibimiento que nos hicieron en Málaga fue como para convencer al más reacio. La propia señora Harney, esposa del director, nos recibió en el aeropuerto, nos llevó al Hotel Málaga Palacio y nos invitó a una cena a la que asistirían todos los ejecutivos de Amoniaco Español y sus esposas.

Hotel Málaga Palacio

Tras esa agradable velada, convencidos de lo estupendo que era vivir, según contaban, en Málaga, al lado de la playa y disfrutar de la deliciosa comida del lugar, decidimos que otro cambio más no nos vendría mal.

Así se lo comuniqué al director, William Capehart Harney (Cape, para los amigos)

Amoniaco Español se dedicaba a la fabricación de abonos nitrogenados a partir del gas que llegaba por una tubería desde el puerto de Málaga. La fabricación de amoniaco, urea y ácido nítrico, para obtener nitrato amónico, ocasionaba emisiones de un humo amarillento que la empresa tenía controlado mediante filtros para tranquilizar a las autoridades locales. No obstante, el olor a amoniaco se percibía con intensidad al llegar a la oficina por las mañanas. Era un aroma que despejaba la cabeza si uno se había pasado de copas la noche anterior.

Las instalaciones parecían una Refinería de Cardón en miniatura.

miércoles, 18 de abril de 2012

MADRILEANDO (Episodio 2)

Entre los paisanos que habían regresado de Venezuela y que me encontré en Madrid, estaban Alberto Berdión y José Félix Casado, el primero ingeniero y, el segundo, abogado.  Ambos habían sido compañeros en Shell y resolvimos formar una sociedad anónima para meternos en algún negocio relacionado con el petróleo. Posteriormente se nos unió Alfonso Míguez, que había sido jefe comercial de las instalaciones de gas propano de la Shell en Caracas. Allí no existía red de distribución de gas doméstico, por lo que se instalaba un depósito en cada edificio desde el que se servía gas a los inquilinos. El depósito lo llenaban, cuando se requería, camiones cisterna de Shell. Un sistema mucho más cómodo y menos peligroso para el usuario que andar manejando botellas de butano

Nos pareció un negocio interesante para España, tomando en cuenta la cantidad de edificaciones que se estaban construyendo en lugares turísticos, donde no existía red de distribución de gas. Después de mucha investigación, entrevistas y contactos, resumiré diciendo que nos tropezamos con el monopolio CAMPSA y que fracasamos en el intento. Era un terreno vedado para emprendedores. Sospechamos que el monopolio no quería perder su negocito con las  botellas de butano.

Las intocables

En vista del nulo éxito de nuestra primera idea para hacernos ricos, compramos un terreno entre Pinto y Valdemoro, construímos una nave industrial y la vendimos a Milupa. Con los fondos obtenidos compramos unos terrenos en Pozuelo de Alarcón, gracias a la vista del amigo Míguez que predecía un gran desarrollo en la zona. En esta ocasión, tuvimos que vender antes de lo que pretendíamos por presiones de una gran constructora que lo quería todo para élla.  

La siguiente operación fue la compra de la estación de servicio de Navacerrada, resueltos a insistir en el negocio del petróleo que tan bien conocíamos. Esta vez nos encontramos con un problema climático que no habíamos previsto: si no nevaba o nevaba poco, no había afluencia de esquiadores y fallaban las ventas. Peor todavía, el monopolio de CAMPSA facturaba el combustible al contado, según medición tomada en sus depósitos de Madrid. Cuando el camión llegaba a Navacerrada, el volumen había mermado, pero teníamos que pagar lo facturado en Madrid. Para terminar, cuando subían el precio de venta, venían a medir nuestros tanques para facturarnos la diferencia, de manera que no pudiéramos beneficiarnos del aumento. El asunto requería un incremento del capital de trabajo que acordamos en dos ocasiones, pero, a la tercera, resolvimos liquidar la sociedad. Conseguimos que una cadena de estaciones de servicio nos comprara y que, al final, recuperáramos el capital invertido inicialmente.

Ante semejante éxito, celebramos una cena en Zalacaín, contentos por no haber perdido una peseta de las invertidas y por los buenos momentos que pasamos reunidos en la cafetería del hotel Cuzco, mientras elaborábamos nuestros ambiciosos planes.

Otros buenos amigos habían ido apareciendo por Madrid, como Erasmo y Tina López, y Manolo y Mary Maristany. Junto con los vecinos Demetrio y Maricarmen Peña, solíamos ir a cenar o de tapeo por las abundantes tascas cercanas a la Puerta del Sol. Manolo siempre nos amenizabaa las reuniones con su excelente sentido del humor. Erasmo había conseguido que lo transfirieran de Caracas a Madrid, al cargo de jefe del departamento de contabilidad. Su cambio fue muy oportuno, pues estaban empezando varias prospecciones petroleras, la más importante en el Mediterráneo, cerca de San Carlos de la Rápita (Tarragona).

Fue una época de mucho entretenimiento, disfrutando de la capital. Dada mi creciente afición a lo que yo creía era flamenco, siempre llevábamos a nuestros amigos al tablao Las Brujas, muy famoso por aquel entonces y de donde salieron grandes figuras del baile , como Merche Esmeralda, "la contrahecha" y otras guapas bailaoras.            :
 
Visita de "el Jefe", el padre de Maite


Con Mariángeles, hermana de Maite

Con los amigos de Cardón Manolo y Mary Maristany,  y Luis y Miren Maldonado. Seis de las ocho "brujas" de Punta Cardón, naturalmente en "Las Brujas."
 
Con Erasmo y Tina López


martes, 17 de abril de 2012

MADRILEANDO (Episodio 1)

Como se me había vencido el plazo para regularizar la situación del Opel (pagar los derechos de aduana y matricularlo), procuraba utilizar carreteras secundarias para evitar encuentros desagradables. Ese procedimiento tenía la pega de que no había una gasolinera visible cuando se necesitaba, lo que me hizo sufrir alguna inconveniencia y la crítica de las pasajeras. Finalmente,  decidí  iniciar las gestiones y, al mismo tiempo,  agenciarme un carnet de conducir español. Me inscribí en una escuela pero solo para la parte teórica. Pasada ésta, había que trasladarse a un polígono para el examen práctico. Me presenté allí conduciendo el Opel, sin que nadie me hiciera la menor observación (¿cómo conduce sin carnet?) No fue demasiado fácil la maniobra de estacionar en los espacios para Seat 600, pero lo logré.

Por recomendación del amigo Berdión, que tenía una hermana de maestra allí, inscribimos a las niñas en el Colegio Santa María,  en la zona de Conde de Orgaz, al que se accedía por la carretera a Barcelona, la misma que tomaba yo para ir a Torrejón de Ardoz.

Los fines de semana visitamos todo lo que hay que ver y admirar por la sierra de Madrid y aledaños. Nos maravillan Toledo, Segovia, Ávila y otras poblaciones monumentales. Aquí vemos a la panda disfrutando de los aires avileños:


Escalando la muralla

En esta ocasión se trata de El Escorial:

Ni que decir tiene que muchas de estas excursiones se realizaban con los visitantes que habían venido de ultramar.



En las Navidades de 1966 nos visitaron mis padres. Pasamos unos días estupendos celebrando las fiestas.
Cena de Navidad con mis padres

La adaptación al entorno iba de maravilla. Maite, mi hija mayor, se había inscrito en un torneo de natación del que resultó ganadora en 50 m libres. Aquí la vemos recibiendo su premio:


Elvira, mi segunda hija, se había apuntado a unas clases de baile flamenco. Aquí la tenemos demostrando cómo se bailan unas sevillanas ante mis padres:


Entretanto, Ana, la pequeña, hacía la comunión: en el colegio Santa María:


Otra vez la pequeña, posando con su colección:


Mi mujer, con su fantástica habilidad para relacionarse con la gente, había hecho muy buenas migas con los vecinos, Demetrio y Maricarmen Peña, que tenían dos hijas de edades similares a las nuestras y que se hicieron muy amigas.

Nuestra adaptación a Madrid había sido rápida y sencilla.

lunes, 16 de abril de 2012

DE BARCELONA A MADRID

Como habíamos llegado a España en primavera, no nos afectó demasiado el cambio de clima tropical. A fines de 1964, ya en pleno frío, recibimos la visita de mis hermanas, cuñados y sobrinos .

Aquí podemos ver a Maite, mi hija mayor, con sus primos Santiago y Carlos en el balcón del nuevo piso, convenientemente abrigados:


Reunidos de nuevo, la familia casi al completo, incluyendo a mis padres, pasamos unos días estupendos en el Mas Badó, a 50 km de Barcelona. Los paseos por los alrededores del hotel, aspirando el aire puro, abrían el apetito para disfrutar de la excelente comida.

Los "haigas" de mis cuñados (sendos Mercedes) y mi modesto Opel, a las puertas del hotel.

Después de tres meses en Els Monjos, la oficina estaba organizada, el personal entrenado y el sistema funcionaba perfectamente. Mr. Wolfe me comunicó que la fábrica de Torrejón de Ardoz estaba a punto de terminarse y que debía trasladarme allí para hacer el mismo trabajo, contratar personal, entrenar y poner el sistema contable en funcionamiento.

Hice varios viajes a Madrid para seleccionar personal y buscar un piso para trasladar a la familia. Por cierto, la noticia del nuevo traslado le gustó mucho a Maite que no aguantaba a mis paisanos; el cambio del confort de Venezuela a la Barcelona de 1964 representaron un retroceso en nuestro nivel de vida, especialmente para élla.

Yo estaba tan satisfecho en mi trabajo y encantado con la comida catalana que no sufría los inconvenientes de la rutina diaria. Lo que sí  notaba es que, a pesar de los precios tan bajos, mi sueldo (incrementado a 250.000 anuales) no alcanzaba para cubrir gastos y tenía que acudir al fondo de reserva continuamente. Había repartido el importe recibido de Shell entre pesetas y dólares, a la vez que invertí diez mil dólares en el Fondo de Fondos , conocida entidad norteamericana, propiedad de IOS, que tres años después salió en todos los periódicos por una descomunal estafa. Afortunadamente, me había retirado oportunamente del fondo y pude salvarme del desastre.

Una vez seleccionados los empleados que iban a formar el departamento administrativo de la fábrica de Torrejón de Ardoz y alquilado un piso en la calle Bonn del Parque de las Avenidas, emprendimos el viaje Barcelona-Madrid con gran ilusión, como era nuestra costumbre.

La fábrica de piensos de Torrejón de Ardoz había sido construída bajo la dirección de un norteamericano y de un militar retirado,  que le ayudaba. Por cierto que este último, el capitán Moreno, tenía un genio de mil demonios y protagonizaba una pelotera diaria con el americano. cuando éste le gritaba:
"¡Marina, venga enseguida!"
-Mire usted, mister, no me vuelva a llamar Marina, mi nombre es Moreno, ¿enterado?. Le contestaba
-"Okay, Marina", respondía el gringo.

A veces Moreno se armaba de paciencia y le decía:
-"Haga el favor de repetir conmigo   MO"
Y el otro repetía: "MO"
"Vale, ahora repita- RE"
Y el americano "RE"
"Perfecto, ahora diga  NO"
Y el otro "NO"
"¡Estupendo!, ya lo tienes: MO RE NO"
"Mi comprenda ahora, MARINA", era la contestación de americano.

A pesar de estos pequeños altercados en los que yo tenía que arbitrar, en la fábrica había un ambiente excelente entre empleados y obreros.   En las siguientes fotografías en que estamos preparando unas chuletas a la brasa, celebrando no recuerdo qué,  puede confirmarse el buen ambiente  Los "ejecutivos", como de costumbre, luciendo nuestras elegantes camisas Purina:


Supervisando la preparación artesanal de las chuletas


Simplemente al ver estas fotos, me ha parecido oler un delicioso aroma
Lo que no me gustaba era subirme a los silos a fin de mes, para hacer inventario de los cereales almacenados. Se exponía uno a caer desde 20 metros de altura o que saltara alguna chispa que originara una explosión, cosa no rara en  el almacenaje de granos. Pronto traspasé los trastos al que iba a ser jefe de contabilidad de la fábrica y que tenía menos vértigo que yo.

Otro compañero, Manuel Barrio, había sido trasladado desde Barcelona para encargarse de las compras. Nos hicimos buenos amigos y descubrimos los sitios donde se comían chuletas de cordero a la brasa, aunque tuviéramos que desplazarnos hasta San Fernando de Henares.

Una vez a la semana teníamos la visita de Mr. Wolfe, el gerente, que estaba contento por cómo marchaban las cosas. Me pidió que localizara a un director de fábrica para irlo entrenando. Tras intensa búsqueda, encontré a un capitán de la marina mercante que recibió el beneplácito del jefe. Aquí estamos todo el personal administrativo con los jefes de fabricación:

El chucho se llama León

Desde el Parque de las Avenidas salia a las 7 de la mañana en el Opel con dirección a Torrejón. El intenso frío que empezaba a sentirse obligaba a ir bien abrigado. Similar frío sentíamos en Madrid y la familia entera, sufrimos las consecuencias pillando unas gripes de mucho cuidado. El cambio desde el trópico era demasiado violento y Maite y las niñas estaban hechas una pena. En la zona había un médico, Dr. Restoy, que venía todos los días a ponernos inyecciones (costumbre ésta, el médico viniendo a casa, lamentablemente perdida). Llegamos a plantearnos mandar todo a hacer pugnetas y regresar al calorcito de Venezuela.

Recuperada la salud, decidimos comprar un piso por la misma zona (nosotros celebrábamos cualquier acontecimiento mudándonos).

Conseguimos uno en la calle Bolonia que hacía esquina. Como el mercado de alquiler era iínfimo, hubo que comprar, con gran disgusto de mi parte, conocedor de las desventajas de invertir en inmuebles, según  proclama la teoría económica. Por supuesto, también tuvimos que amueblar la casa de arriba abajo.

No tengo muy buenos recuerdos del sitio porque no había manera de dormir tranquilamente. Entre los benditos serenos y los malditos "trasnochadores amarretes" (los que no gastan en una llave), había un concierto de palmeros llamando al sereno que impedían conciliar el sueño. Para remate, las paredes dejaban  oir las constantes llamadas de la vecina a su marido que, por lo visto, prefería la televisión.

"¡Prudencio, ven a la cama!",  así, persistentemente, de 11 a 1 de la madrugada.