jueves, 31 de mayo de 2012

DE NEW ORLEANS A BENISSA

Tras un desayuno reconfortante en el hotel, me dirijo al Convention Center donde mi hija Maite es una de las conferenciantes.

El Convention Center de New Orleans

Me han dado un pase para que circule por el Congreso. Espero que no me hagan alguna pregunta o me inviten a participar porque no tengo ni idea de lo que están hablando:



El auditorio donde va a hablar mi hija es de dimensiones gigantescas, como todo lo que se ve en este país. La charla resulta incomprensible para mis escasos conocimientos de medicina, pero me asombra su dominio del inglés. Mi orgullo de padre llega al máximo cuando escucho los aplausos que culminan su intervención. Luego vienen las felicitaciones que sus colegas hacen extensivas hacia mi persona, por ser el padre de la criatura.

Auditorio del Convention Center, al que llaman "the arena"

Por la noche me han invitado a una cena a la que acuden numerosos médicos españoles que se van acercando a nuestra mesa para saludarnos. Una banda de jazz va pasando entre las mesas metiendo ruido y con su característico "pasito eché".

Despues empiezan a servirnos la cena unos negros gordísimos que sospecho son los mismos que hacían de músicos y ahora son camareros. La cena empieza con unas hojas crudas de espinaca, pues estos americanos han cogido la manía de comerse las veduras crudas, lo que me produce complejo de vaca. Al terminar la cena se van formando grupos para contiuar la movida y yo, consecuente con mi edad, vuelvo al hotel para seguir disfrutando de mi jetlag.

Por la mañana salgo a dar una vuelta por los alrededores para admirar las todavía existentes casas coloniales francesas y los preciosos  balcones de hierro forjado, que podemos admirar a continuación:





Por la tarde di un paseo con mi hija y su colega Eva en uno de los clásicos  barquitos del siglo XIX que recorren  el Mississipi

El "Cajun Queen"
Me ha desilusionado algo el barco pues era a hélice

Yo quería uno de éstos, con rueda a paletas

Más tarde salimos a dar una vuelta por la famosa  Canal Street, a pesar de las advertencias. La calle es larguísima y a medida que se va subiendo aumenta el porcentaje de negros. Resolvemos dar por finalizado  el paseo  y volver,  cuando nos damos cuenta de que somos los únicos rostros pálidos en la calle.

El domingo 15 salgo por AA hacia Miami después de pasar por por la caja del hotel donde me dejan temblando con la cuenta. Además del "tax" que cargan en todos los sitios, me han calado una "tasa por ocupación" de lo más curiosa.
Antes de marcharme de New Orleans, me he despachado docena y media  de ostras en una especie de tasca al lado del hotel, donde siempre me llamaba la atención la habilidad y rapidez de un abridor de ostras que demostraba su técnica a la vista del público:


Estaban francamente deliciosas

Al entregar el equipaje en el aeropuerto,  un funcionario muy amable, que habla español, me sugiere facturar el equipaje directamente desde New Orleans hasta Alicante, que acepto no sin cierto mosqueo. El sujeto me ha confundido con uno de los oftalmólogos de la conferencia y tengo que darle algunos consejos sobre su afección de retina.

Transportado felizmente y sin tornado, a Miami, me están esperando en el aeropuerto Cristina y su futuro marido. Una pareja amabilísima con la que da gusto mantener una conversación. Cenamos en una cafetería que abre las 24 horas y donde disfruto de unos langostinos cocidos excelentes. La ración es típica del país y sólo la gula me permite dar buena cuenta del manjar.

En esta ocasión mi sobrina  María Luisa no está en Miami y, en lugar de reservarme hotel, me llevan a su casa donde mi sobrina me ha cedido su habitación.

De nuevo Cristina me traslada al aeropuerto y le doy las gracias por tanta amabilidad. La hospitalidad ha sido inmejorable.

Salgo de Miami en otro Jumbo de Iberia, totalmente lleno, aunque esta vez he conseguido un asiento mucho mejor. Hay pasajeros que se quejan de no poder colocar sus piernas y las azafatas los cambian a la zona de pasillos para que las doblen hacia el exterior. Yo mismo, que no puedo presumir de estatura, tengo que encogerme para más o menos situarme en mi parcela. Tengo de vecina a Rigoberta Menchu o similar, que invade mi espaco con sus pies desnudos. He comprado un collarín y consigo dormir un buen rato, una vez descubierto el complicado procedimiento para su inflado y después de soltar varias patadas a los pies de mi vecina.

Llegamos a Madrid a las 8 de la mañana y mi vuelo a Alicante está programado para las 11, así que compro el periódico y me disparo un desayuno decente mientras contemplo, con calma, a gente normal yendo de un lugar a otro.
Se me ocurre acercarme a la puerta de salida y encuentro a tres funcionarios de Iberia con un ataque de histeria. Parece que les falta un pasajero, que resulto ser yo mismo. Corro como un desesperado al avión, detrás de una azafata y me coloco en un asiento, no sin observar ciertas miradas asesinas que me dirigen los escasos pasajeros que, por lo visto, llevan media hora esperando. Recuperado el aliento le enseño mi billete a la azafata para que me explique por qué sale el vuelo una hora antes, pero no me hace el menor caso. Desisto del asunto y me sumo en una profunda reflexión sobre los misterios del tráfico aéreo.

Como temía, mi maleta no aparece en Alicante y armo el consiguiente zapitoste en Iberia. Al día siguiente me telefonean a Benissa avisándome de la aparición de la maleta, pero que no me la envían a casa, como prometían, porque los aduaneros quieren que la abra. Trasladado de nuevo a Alicante, me entregan la maleta sin inspección alguna y puedo recuperar 50 $ que me abona Iberia por las molestias ocasionadas. Algo es algo.    

He necesitado dos semanas para volver a la normalidad en lo que a sueño se refiere y puedo, ahora, analizar las experiencias vividas.

Me han llamado la atención algunas cosas en este breve recorrido por el sur de los EEUU:

Entiendo mejor el inglés americano que el auténtico british.
La televisión se escucha y se ve maravillosamente bien, aunque abusan de la publicidad.
Esta gente tiene un grave problema con la obesidad.
Los helados son empalagosos, aunque las variedades son infinitas.
En los aeropuertos existe el mismo desprecio hacia los reglamentos y los horarios que en España.
El respeto a los viandantes por parte de los conductores es exquisito.
En Nueva Orleans he visto a todo el mundo comiendo o bebiendo mientras caminan por la calle.
Los papeles Kleenex y de baño son de una calidad extraordinaria. No entiendo por qué la misma marca, en España, produce productos tan inferiores.
Es curioso que los semáforos estén colocados 20 metros después de la raya donde deben parar.
Los coches llevan las luces encendidas durante el día (ya lo copiaremos aquí tarde o temprano).
No he visto a ningún WASP (*) por las zonas visitadas. Me dicen que están en el norte.
Ni en España ni en los USA me han puesto los clásicos sellos en el pasaporte, que antes permitían fardar de viajes.



(*) WASP=blanco, anglosajón protestante=americano fetén

9 comentarios:

  1. Preciosa y deliciosa entrada la de hoy, Don Bwana. Es un placer leer sus experiencias y los pequeños detalles de ese viaje al sur profundo de Usa. El de los libros de Faulkner.

    Cómo es que le den identificación de "oftamólogo?

    Pena de barco con rueda a paletas. Creo que a todos los que fueramos a Louisiana nos gustaría ver uno. A poder ser con los clásicos fulleros de pocker dentro, vestidos de traje y sombrero blancos.

    En la imagen da un aspecto muy de WASP y esas ostras de la foto tienen un aspecto increíble. Les falta una copa de Dom Perignon al lado para ser un desayuno perfecto.

    He disfrutado como un enano con su relato.

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    1. La identificación tiene una nota que dice "Guest", o séase, un simple invitado.
      Algo parecido me sucedió a mi, pensaba que todavía podría ver al Clark Gable jugando a las cartas. Los de ruedas a paletas siguen funcionando pero no tuve la suerte de pillar uno disponible.
      Respecto a las ostras "blue point" que me despaché, les hubiera venido perfecto ese Dom Perignon que menciona.
      Estoy contento de que se haya distraído Vd. con el relato.

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  2. Enhorabuena, ha enido usted que sentir una gran felicidad al contemplar el éxito de su hija.

    Saludos.

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  3. Don Bwana

    Esta zona la conozco bien, por lo que, como es mi costumbre, hare algunas aclaratorias

    - Lo que Ud. vivio en el viaje de ida, no fue un Tornado, sino, probablemente un Huracan o una Tormenta Tropical

    - La historia de New Orleans es fascinante, porque es el ombligo del "Lousiana Purchase", que es un territorio que paso por manos francesas, inglesas, e hispanas, mas o menos en ese orden. Era todo el territorio banhado por el Misissippi, practicamente hasta Chicago. Los americanos se la compraron a los franceses alrededor de 1810, aprovechando que Napo estaba haciendo de las suyas en Espanha (los espanholes no querian vender!). Es una ciudad unica, o sea, no hay ninguna que se le parezca en los Estados Unidos ... y si fuera por los rednecks, y WASPs, la eliminarian del mapa

    - Es Ud. un extraordinario observador. No puede estar mas que acertado en sus observaciones sobre el Sur de Gringolandia!

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    1. Si se trataba de un huracán o similar me da lo mismo: pasé un rato muy desagradable.
      La eliminación de New Orleans casi la consigue Katrina en 2005, con la colaboración de la chapuza que habían construído como diques de contención y que se rompieron por varios lugares.
      Como buen conocedor de esa zona, imagino que Vd. también habrá disfrutado de las excelentes ostras del lugar.
      Saludos

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  4. Animalicos las ostras...
    Me ha encantado el relato. Especialmente la parte dedicada al vuelo y a su compañera de asiento.

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    1. La Rigoberta estaba empeñada en acariciarme con sus piececillos descalzos, pero yo me defendía a zapatazos. Fue entretenido.

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