viernes, 20 de abril de 2012

VIVA MÁLAGA LA BELLA

Antes de trasladarnos a la Costa del Sol, resolvimos cerrar nuestro piso en el Parque de las Avenidas, confiando en un pronto regreso a Madrid, como me habían prometido.

La compañía nos pagaba la estancia de una semana en el hotel Málaga Palacio mientras buscábamos casa en la ciudad. (Estos americanos no se paran en tonterías).

No fue difícil conseguirla  pues ocupamos la que había dejado mi antecesor en el cargo.  Estaba en Pedregalejo, a una manzana de la carretera y se veía el mar desde la terraza. También podía observarse, con cierta preocupación por mi parte, una grúa gigante que parecía amenazar con la inminente construcción de un bloque de edificios entre la casa y las vistas marinas. García, el anterior ocupante, me tranquilizó diciendo que llevaban así cuatro años sin hacer obra de ningún tipo.

 Maite contrató al hermano de la asistenta que se había procurado, para que colocara unos cuantos cuadros que habíamos traído de Madrid y otras minucias. De repente escuchó un gran estruendo desde la habitación donde estaba trabajando el fulano y se encontró con un boquete en la pared.
-"Señora, esta pared estaba loca por caerse", fue la explicación del tipo.

A los tres meses empezaron las obras entre nuestra casa y el mar, por lo que  decidimos buscar otro lugar para vivir tranquilos. Maite se había hecho amiga de unos vecinos, Antonio y Maricarmen Reyes que tenían unas casitas, anexas a su chalet en la calle Ventura de la Vega. A una de ellas nos mudamos con la mayor alegría, como la que le canta don Antonio Mairena a la ciudad:




Uno de mis ayudantes  en el departamento financiero de Amoniaco, era Antonio Palacios, un amante del flamenco puro,  que me fue aleccionando en la comprensión de la riqueza de esa música, así como del placer de escucharla mientras se saborea un "fino" y sus correspondientes tacos de jamón. El cante que más me gustaba era el de la petenera, aunque a los andaluces les hace el mismo efecto que el color amarillo. Por cierto, había un fulano en Málaga cuyo solo nombre provocaba la desbandada de todos los contertulios; lo apodaban "el sopas" y espero salir airoso de esta mención.

Palacios y otros compañeros de la oficina  me llevaron, a la semana de mi incorporación,  a conocer la zona turística de Torremolinos. Unos días después de esa excursión, Maite recibió una llamada anónima por teléfono, en la que le avisaban de que yo andaba de fiesta por la zona turística. Inútil llamada porque ya se lo había dicho yo. Lo peor fue que ese tipo de llamadas continuó durante unos días. Le comuniqué el asunto al subdirector, don Luis Castellano, que inmediatamente lo notificó a la policía. Se terminaron las llamadas.
Según parece, al menos así lo sospechamos, el jefe del almacén de materiales estaba detrás de la campaña.  Ese fulano no había podido justificar una diferencia importante entre las existencas físicas y lo que marcaban los libros de contabilidad, por lo que le había enviado a un auditor para que ejerciera un marcaje estricto sobre las entradas y salidas de material .

Este incidente fue lo único que alteró, por poco tiempo, nuestra tranquilidad en Málaga, porque estábamos haciendo muchos y buenos amigos entre vecinos y compañeros de trabajo. Particularmente con Luis Amigo, el jefe de personal y su mujer, que también era de Bilbao; y con Robert Smith, jefe de comercial y su mujer. Robert era de Minessota y uno de los personajes más extraordinarios que he conocido. Su baja estatura, su simpatía y su personalidad hacían que congeniara rápidamente con los demás. Pronto se hizo amigo de los poderosos clientes de la empresa, ricos hacendados que compraban fertilizantes para sus cultivos. A sus fabulosas fincas  solían invitar a Robert que, como excelente gurmet,  apreciaba los caldos y la comida que le ofrecían.
Mientras Maite inscribía a las niñas en el colegio El Limonar y aprendía a freír, al más auténtico estilo malagueño, los deliciosos chanquetes que traían los pescadores a domicilio, yo atendía a mis actividades como jefe administrativo de Amoniaco Español. Encontré una buena colaboración del personal, aunque al principio me costaba entender el lenguaje andaluz. En aquellos momentos se estaban dando los títulos al empleado de oficina más limpio y al que tuviera más desordenado su despacho:

"Cape" Harney entregando los muñequitos al limpio y al sucio

A nuestro ilustre jefe, "Cape" Harney, autor de la idea, se le ocurrió también otro invento: invitarnos a comer a los jefes de departamento todos los viernes en un salón reservado del hotel Málaga Palacio y, después de la comida, aprovechar el resto de la tarde para discutir asuntos de la empresa. Las digestiones de los viernes se hacían sumamente pesadas, como puede suponerse, lo que produjo algunos problemas de vías digestivas de los que salí premiado con una úlcera de duodeno.

En la siguiente foto, las caras de los asistentes no revelan ningún malestar, curiosamente el amigo "Cape" estaba de viaje:


Mis padres estuvieron un par de veces en casa y disfrutaron mucho de los deliciosos mariscos de El Cabra, en la playa de Pedregalejo. Como la mayoría de las playas de la zona estaban bastante sucias, consecuencia de muchas generaciones acostumbradas a echar la basura al mar, nos hicimos miembros del club El Candado, que tenía piscinas y unas playas al lado de un puerto deportivo, bastante agradables. Curiosamente, en el club había una instructora de natación que lo había sido, nada menos, que de Johnny Weismuller.

Piscinas de El Candado

Puerto deportivo y playa de El Candado

Muchas  salidas a disfrutar de las deliciosas cigalas vivas a la plancha de El Boquerón de Plata,  invitaciones a casa de "Cape" y otros compañeros y amigos y disfrutar del caracter festero y contagioso de los nativos. Una vida placentera.

6 comentarios:

  1. Me río yo de las frases de personajillos como Churchill o Descartes, la del hermano de la asistenta es de las más grande oídas por quien escribe en muchísimo tiempo.

    Explicación lógica si por poner un clavito para un cuadro ocurre lo que ocurre... yo me dejé media vida para tirar un tabique en casa de mi madre con una "maceta" de 5 kilos.

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    1. Impresionante. Si le digo que al fulano, que tendría unos 40 años, le llamaban "niño", podrá imaginarse la categoría del gachó.
      Los tabiques hay que respetarlos, que muchos son muy delicados.

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  2. Que viva. Gente encantadora y un lugar precioso para vivir.
    Buen fin de semana.

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    1. Estoy de acuerdo. Hasta los que no son nativos del lugar se hacen más simpáticos.
      Páselo bien.

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  3. Viví casi dos años en Andalucía y los recuerdo con mucho cariño. Mis preferencias son por los Gaditanos, no solo por como son, si no porque es la única ciudad de las conozco en las siempre me pierdo. ¿Como es posible perderse en la ciudad de Cádiz?. Bueno pues siempre me pierdo para grandisima juerga de mis acompañantes, en una ocasión no volví a encontrar la pensión --yo soy de pensiones-- y tuve que pasar la noche en otra, jajaj al día siguiente casi por casualidad la volví a encontrar y mi equipaje claro, es la única ciudad que pasa esto por grande que sea la ciudad. Málaga me gusto pero si conoce Cádiz Don Bwana sabrá de lo que hablo, solo traspasar las Puertas de Tierra es otro mundo.
    Saluditos.

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    1. Conozco Cádiz de pasada, pero creo que también me perdería, despistado por el mar. Mi especialidad es perderme por Madrid, si voy conduciendo y caigo en alguno de esos diabólicos túneles.
      La gracia de los andaluces tiene una originalidad imposible de imitar; los que tratan de hacerlo quedan en ridículo.
      Saludos

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