miércoles, 29 de febrero de 2012

AUDITORÍAS


Venezuela es un país que dobla en extensión a España. Con las tierras que, según dicen, les arrebataron los ingleses en Guayana, los colombianos en Perijá y los brasileños por el sur, llegarían al millón de kilómetros cuadrados.

En un país tan grande y con los pobres medios de comunicación existentes en la mitad del siglo XX, era complicado mantener un control de las actividades que, en su carácter de suministradora de productos y servicios, realizaba la división de ventas de Shell en todo el territorio. En numerosos pueblos y en todas las ciudades, existían los lamados Depósitos o Agencias, donde se almacenaban gasolinas, fuel y lubricantes, que se vendían a gasolineras locales. Por el reducido tamaño de las operaciones en algunas poblaciones,  las funciónes de vender, cobrar y controlar el almacén, recaían en el propio jefe de la agencia, ayudado por un par de administrativos y media docena de obreros.
Esto no es conveniente según las más elementales normas de control interno. Es como si el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial recayeran sobre la misma persona. Por esa razón, la actividad de los auditores de control interno se multiplicaba.

Los auditores internos eran considerados en la Shell como una especia de servicio secreto de la Dirección. Su presencia en cualquier lugar de trabajo, con sus lápices de color verde,  causaba pánico entre el personal, a unos por la tabarra que daban pidiendo datos y a otros porque tenían algo que ocultar. Como mi sección se ocupaba del control de gastos de agencias y depósitos de  la empresa en Venezuela,  cuando detectábamos algo sospechoso, solicitábamos los servicios de los auditores.

El amigo Solís me enseñó algo que le parecía raro: uno de los vehículos de la empresa en el almacén de La Guaira, presentaba gastos de aprovisionamiento de gasolina siempre coincidentes, 40 litros de super. Como en Venezuela todo el mundo pide que le llenen el tanque (full), resultaba extraño que siempre fueran 40 litros y no 37,5, 43, etc.
Enviado el auditor a investigar, descubrió que el chofer del camión pedía a la gasolinera que le facturaran 40 litros, aunque le hubieran servido 25, porque pasaba más tarde con su vehículo particular a recoger la diferencia.

Otro caso curioso sucedió en Ciudad Bolívar, a  600 km. de Caracas.


En esa ocasión el jefe del departamento me pidió que acompañara al auditor en la investigación, pues se trataba de algo raro que había detectado el departamento de personal.
Hicimos los 600 kilómetros de una tirada, y turnándonos en la conducción de uno de los estupendos Jaguar de los auditores.


Llegamos a la orilla del Orinoco, frente a Ciudad Bolívar, al anochecer, cruzando los 900 metros del  río en un ferry. Se trata de la parte más estrecha de este caudaloso río y por tal razón, los conquistadores llamaron Angostura a esta ciudad.
Nos hospedamos en un hotel recomendado y a las 7 menos cuarto de la mañana siguiente estábamos Méndez, el auditor, y yo, en la puerta de las oficinas. A las 7 empezaron a llegar los 4 empleados y el jefe, algo sorprendidos al vernos. Mientras Méndez le pedía los libros de contabilidad al jefe, yo me situaba al lado del cajero, mientras realizábamos un arqueo de caja.

A las 8 empezaron a llegar los obreros del almacén, ya que era día de nómina y sustituí al cajero para hacer los pagos. Por no hacer demasiado largo el asunto, resumiré diciendo que dos fulanos que venían a cobrar no eran empleados de la empresa, pero que lo venían haciendo todas las quincenas porque eran familiares y los interesados estaban de baja por larga enfermedad.
Por su parte, Méndez encontró también irregularidades en los libros.

Nos despedimos atentamente no sin antes informar al jefe de la oficina lo que habíamos encontrado y escribir su reacción en nuestro informe.

Poco tiempo después también tuve que acompañar a otro auditor, Alberto Marín,  al depósito de San Cristóbal, en plenos Andes venezolanos, cerca de la frontera con Colombia.


La orden vino de muy arriba, nada menos que del Controller de la Shell y nos pidió que hiciéramos el viaje  en total secreto, sin informar a nadie y sin utilizar los medios de transporte y alojamiento que empleaban normalmente los auditores. Incluso nos dió un anticipo para gastos de viaje de su propio bolsillo. Se trataba, según nos dijo, de averiguar cierto desfase que habían detectado entre las fechas de cobro de las facturas de clientes y su ingreso en el banco. 
Marín me advirtió que teníamos que andar con mucho cuidado con el jefe de la oficina de San Cristóbal porque le habían comentado que iba armado con un Colt 45.

Hicimos en viaje en un potente avión de la LAV, nos hospedamos en un hotel de las afueras de la ciudad y, al día siguiente, empezamos a entrevistarnos con clientes y bancos. A los tres días teníamos pruebas de que el jefe del depósito, tardaba varios días en depositar lo cobrado.
Nos entrevistamos con el sujeto y le explicamos lo que habíamos encontrado, éso sí, con mucho tacto. Tras beberse dos vasos de agua, sin ofrecernos la bebida, confesó que había utilizado los fondos para financiar una empresa de transporte particular, pero que siempre los reponía  hasta el último céntimo.

Volvimos a Caracas sin un rasguño y presentamos nuestro informe a la autoridad corrrespondiente.
Intervine en un par de asuntos similares más, pero no los cuento porque ya me parece agotado el tema.
El del Colt 45 se dedica ahora, en exclusiva, a su empresa de transportes.

10 comentarios:

  1. Vaya trabajito en un país así, Don Bwana. Como ir a Arizona en el XIX a pedir cuentas de sus chanchullos al sherif de la localidad. O ir a Andalucia en el XX a pedir cuentas a un alcalde sociata.
    Lo cierto es que se jugaba Ud. el tipo en cada viajecito de éstos al interior de Venezuela.

    Es precioso ese Jaguar que se gastaba Ud. para las excursiones. Los que hay ahora no valen un pimiento en comparación a esa carrocería que muestra.

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    1. D. Javier:
      Tiene razón, el trabajo era de cuidado, pero siempre me ha gustado desenmascarar a los chorizos, encorbatados o con mono.
      Esos Jaguar los vendía la empresa, una vez amortizados, a sus empleados. Yo tuve uno, pero de un modelo más antiguo y que tuve que rematarlo por no poder costear las reparaciones.

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  2. Tras largo tiempo desaparecido vuelvo a su blog, ahora restructurado según parece en una especie de blog aclarador de la historia y los modos venezolanos, que usted, por sus años allí vividos debe conocer a la perfección. Muy interesante lo que nos cuenta hoy sobre las corruptelas de los auditores del petroleo...algo que parece habitual en los países latinos, no sólo los sudamericanos, sino también los europeos (España e Italia)...ah! y muy bonita foto de usted infante.

    Parece que al gorila rojo le queda poco de vida, ya nos contará cómo se presenta la sucesión bolivariana.

    Un saludo.

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    1. D. CAROLVS II:
      Me alegra mucho que le guste este blog.
      A Gorilator se le han puesto mal las cosas, no sólo la salud, pues los cinco grupos que le iban a disputar las próximas elecciones, se han unido y presentan un solo candidato para la presidencia. Ya es hora de que termine la pesadilla para Venezuela.
      Saludos

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  3. Como decía aquél anuncio, tacita a tacita... y Vd. rompiendo los sueños de esos esforzados trabajadores, así me gusta Bwana.

    Veo que la picaresca no tiene fronteras.

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  4. La picaresca se practica por todo el mundo mundial. En algunos países, con mejor estilo que en otros. De ahí la necesidd de auditores.

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  5. Osea que los ñoquis no los inventaron los Argentinos (ñoqui = persona que cobrar de un sitio sin trabajar). Por cierto vaya con la Angostura 900 metros de río, la parte mas estrecha. Menuda pesca tiene que haber. Un poco detective si que se tenia que sentir usted Don Bwana.
    Saluditos.

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    1. No conocí a nadie que se hubiera atrevido a pescar entre caimanes, anacondas y pirañas. Es un río impresionante.
      Siempre me gustaron las novelas de detective y esas investigaciones me encantaban.
      Saludos

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  6. Esto demuestra que los espabilados y jetas, los ha habido siempre y los seguirá habiendo.

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    1. Así es, no saben lo sano y agradable que es ser honrado.

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