martes, 28 de febrero de 2012

HUMOCARO BAJO

Los compañeros Aguiar y  Rivera me proponen irnos, en las vacaciones de Semana Santa, a casa de unos amigos en Humocaro Bajo, un pueblo al sur del Estado Lara donde, aseguran, lo vamos a pasar de maravilla. Como todavía no me he recuperado de las parrandas del Carnaval, me parece oportuno pasar unos días en el campo respirando aire puro y acepto. Hacemos el trayecto en autobús ARC, hasta Barquisimeto, la capital del estado, a 400 km de Caracas.Nos esperan los amigos de Aguiar en su casa de esta ciudad, para pasar allí la noche y salir al día siguiente hacia Humocaro Bajo.

Como vengo sudado del viajecito en el bus, pido permiso para bañarme y me indican el lugar correspondiente. Detrás de la puerta hay una sala al aire libre, con numerosas plantas y, en el centro,  un barril de 200 lts., lleno de agua. También capto una jabonera con una panela de jabón y una totuma.


Como los de la capital no estamos acostumbrados  a estas modernidades, tengo que reflexionar  sobre el procedimiento para tomar el baño. Supongo, y así lo hago, que se echa uno agua del barril con la totuma, se jabona y, a continuación, se introduce el cuerpo dentro del barril. Esto último no ha sido sencillo, por cierto.

Luego, comentando el tema con los amigos, me entero de que habia que aclararse el jabón con la totuma y que meterse en el barril es una incorrección.

A la mañana siguiente salimos hacia Humocaro Bajo en el coche de uno de los hijos de los dueños. Llegamos a este pueblo, metido dentro de las montañas de las estribaciones de los Andes y nos acogieron con cariño y simpatía el matrimonio amigo de Aguiar, sus hijas y unas primas. Nos acomodaron en sendos aposentos de la enorme casa colonial. La edificación era preciosa con una serie de patios ajardinados interiores, rodeados de galerías plagadas de flores, aunque ciertas comodidades brillaban por su ausencia. En efecto, el cuarto de baño consistía en una ducha exterior y un cuartito con una fosa séptica en la que había que hacer equilibrios y taparse las narices simultáneamente.

Llegada a Humocaro Bajo. Aguiar es el primero a la izquierda

En la plaza de Humocaro Bajo. Estamos el médico del pueblo, servidor y  unas jóvenes del lugar

Por la tarde Aguiar nos convenció a Rivera y a mí de que lo acompañáramos a saludar al párroco. El cura se dirigía a Humocaro Alto y nos recomendó el paseo que, según decía, era espectacular.

Con el padre Roque


Me llamó mucho la atención que el padre Roque no me preguntara si iba a la iglesia, como hacían todos los curas que había conocido. Se limitó a darnos unas clases de botánica, aprovechando la frondosa vegetación del camino. Curiosamente  Humocaro Alto está más cerca del nivel del mar que Humocaro Bajo.
Nuestros anfitriones nos tratan con una amabilidad desconcertante, dándonos las tres comidas diarias con la mayor naturalidad. Hay algunos platos que me resisto a comer, como el cocido de cachicamo, (armadillo) empleando las más elaboradas excusas para rechazarlo (estoy lleno, etc.etc.). Pero es que he visto al animalito y no me atrevo a hincarle el diente.


Al día siguiente, mientras paseábamos con las chicas por la plaza del pueblo, noto una conversación aparte entre Aguiar y uno de los dueños de la casa. Me acerco y pregunto a mi amigo si pasa algo.
-"Bwana, no digas nada pero parece que hay una epidemia de tifus en el pueblo", me dice en voz baja.
-"Habrá que ir al médico y vacunarse inmediatamente", le contesto, sobresaltado y empezando a notar que me sube la temperatura. 
-"No hay que preocuparse, hasta hoy sólo han habido dos muertos", replica Aguiar. 
Ante mi insistencia, nos acercamos al consultorio y el doctor nos dice que no podremos vacunarnos porque se le han terminado las vacunas y hasta dentro de 3 días no le llegan desde Caracas. 

Me reuno con mis amigos y les digo que mis vacaciones se han terminado y que regreso a Caracas. Aguiar dice que se queda, pero Rivera me acompañará. El problema es que no hay autobús ni otro medio de transporte hasta dentro de dos días. Resuelvo someterme a una dieta rigurosa y no probar ni el agua. 
Esa noche, en medio del jolgorio general, me confiesan que la tal epidemia es mentira, que se trata de una broma que gastan a los forasteros. Hasta que no lo confirmé con el médico no me convencí. 
Como la broma me ha parecido algo pesada, a los dos días me largo del lugar, con viento fresco, no sin antes darles las gracias por su amabilidad y buen humor.

10 comentarios:

  1. Esos viajes al interior de la Venezuela profunda debieron de ser de lo más instructivos, Don Bwana.

    Hay dos detalles que me llaman la atención : su negativa a comer cachicamo, con la pinta de animalito jamonero que tiene.

    Y el tipo de bromas que se gastaban los lugareños. Como para fiarse de cualquier información. Esos eran peores que los crucigramas y adivinanzas del ISRA.

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  2. La bromita es para nota.
    Pues el armadillo tiene unos ojitos muy tiernos.

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  3. Yo habría hecho lo mismo Bwana, cuando entro en algún establecimiento y tardan más de 20 segundos en atenderme me voy, menos aún voy a aguantar una broma de ese calibre (y probablemente yo las haría más jodidamente jodidas).

    Me ha gustado lo apropiada de la indumentaria del cura para darse una vuelta por el campo.

    Por cierto, modelo ideal de la muerte para salir en medio de la nada y delante de alguna hembra (o macho) gritar aquello de "verás lo que esconde el conde"...

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  4. D. Javier:
    Instructivos y, a veces, peligrosos, por la cantidad de piraos que se encontraba uno.
    Lo siento, pero la pinta de "jamonero" no se la capto por lado alguno al susodicho cachicamo.

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  5. D. MAMUMA:
    Si lo viera Vd. a corta distancia, seguro que no le parecían esos ojos tan tiernos.

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  6. D. isra:
    El cura, como puede verse, utilizaba la indumentaria clásica, ya que no les permitían, en aquella época, disfrazarse de paisanos.

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  7. Me encantan las fotografías (como decían en aquél anuncio de no me acuerdo qué revista: ¡las fotografías, las fotografías!)
    ¿Y a qué le dijeron que sabe el cachicamo ése?

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    1. A mi también me gustan las fotografías, aunque estén viejas.
      El cachicamo, según me dijeron, sabe a morrocoy.
      (Morrocoy = tortuga)

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  8. Excelentes fotografías y muy anecdótica historia. Soy de Humocaro Bajo y quisiera preguntar en que año realizaron este viaje, de que año datan las fotografías...Gracias

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    1. Si mal no recuerdo, fueron tomadas en 1950. Creo que poco después hubo un terremoto. Gracias por su visita a este blog y disculpe por la demora en contestar.
      Un saludo

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