miércoles, 4 de enero de 2012

TRASTORNOS


Volvemos a Caldas de Malavella donde nos encontramos la familia disfrutando del agua de Vichy catalán, directamente de las fuentes termales.

Parece que mi padre ha encontrado, finalmente, el lugar ideal para trabajar. Que yo recuerde ha estado antes en la compañía MZA (ferrocarril Madrid, Zaragoza, Alicante) y en una empresa de seguros suiza, lo que ha producido mudanzas diversas de la familia a Madrid y Valencia. Ahora ya llevamos una buena temporada tranquilos en el mismo sitio.

Pero llegamos al 18 de julio y empieza a notarse cierto desasosiego en el ambiente. La radio no para de divulgar noticias aterradoras de la revuelta en Barcelona. Se piden médicos para atender a los numerosos heridos y voluntarios para defender la república. Mi padre hace las maletas y se marcha a Barcelona.


Poco tiempo después, mi madre, mis dos hermanas, una chacha que es como de la familia y yo, nos trasladamos también a Barcelona, a casa de mis abuelos maternos en la calle Córcega 260. Vemos a mi padre una vez, antes de que lo destinen a un tren hospital en el frente de Aragón.

Empieza la pesadilla: los bombardeos, anunciados con la fatídica sirena, traslado inmediato a la estación de metro más cercana para aguantar el chaparrón bajo tierra, hasta que vuelve a sonar la sirena anunciando el final de la alarma.


Los bombardeos suelen ir dirigidos contra las zonas obreras de la capital, la Barceloneta, el Paralelo, etc., bastante lejos de donde nos hallamos, pero de vez en cuando sueltan alguna bomba por la Diagonal.


Empieza la escasez de alimentos, una sensación constante de hambre, más o menos calmada gracias a los esfuerzos de la familia. Mi abuelo Lorenzo, empedernido fumador, ha sacrificado una cajetilla de cigarrillos enviada por mi padre, por un saco de patatas.

Me envían a una escuela cercana, no sé si para continuar mi educación o para aprovechar la hogaza de pan con la que nos obsequian a los alumnos. El volver a casa con el trozo de pan en el bolsillo resulta ser una auténtica tortura. Pocas veces llega entero.

Pronto aparecen las lentejas, que continuarán salvando a la población durante la guerra. Resultan difíciles de tragar por la falta de los aditamentos necesarios (cebolla, chorizo, etc.), pero llenan el estómago. Tardé 40 años en volver a comerlas, tal era el asco que me daban.

Continuará en cuanto encuentre unos documentos gráficos que tengo en algún sitio.

14 comentarios:

  1. Dura y cruel niñez, Don Bwana. La más dura posible, diría. Estando en una guerra civil con todos los bombardeos y escaseces alimentarios.

    Es magnífico cómo lo relata. Espero siga haciéndolo y durante una buena temporada.

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  2. Bwana, no me extraña que no volvieses a comer lentejas durante tanto tiempo.

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  3. Tremendo, Bwana. Me he quedado sin palabras.
    Un beso.

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  4. Yo considero que, hasta de situaciones como las vividas por Vd., se pueden sacar textos entretenidos, y es que a riesgo de parecer insensible no he podido evitar una sonrisa imaginándole defendiendo ese trozo de pan.

    No hace mucho mi madre me comentaba situaciones vividas no en la guerra pero sí en la posguerra (es cosecha del 43) que eran estremecedoras pero con la perspectiva del tiempo más parecían pequeñas aventuras.

    Espero como agua de mayo las próximas entregas.

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  5. D. Javier:
    Muy amable de su parte. Procuraré recordar todo lo posible, aunque hay alguns cosas que preferiría olvidar.

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  6. D. MAMUMA:
    Hoy día incluso he aprendido a cocinarlas como es debido.

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  7. Dª maharani:
    Espere Vd. un poco y leerá lo mejor (o peor).
    Besos

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  8. D. isra:
    Le quedo muy agradecido por su comentario.
    Espero hacer honor a sus expectativas.

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  9. Don Bwana me gusta el nuevo blog, si señor. Desde hace mas de un año no bebo alcohol, solo limón y agua de vichy --salvo raras excepciones, claro-- y me va de cine. Mis padres vivieron esa o parecida situación y tan solo el sonido de los aviones les aterraban. Una preguntita, en la tercera imagen --personas durmiendo en el metro-- ¿Se ve a una persona en pelota?. Esta detrás de una especie de caja de madera o así.
    Saluditos y a la espera de mas quedo.

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  10. D. Zorrete Robert:
    A mi me siguen aterrando los ruidos de los petardos. Puede imaginarse cómo lo pasé durante las fiestas de moros y cristianos de Moraira.
    Respecto al desnudo que dice vislumbrar en el metro, yo no lo capto, pero no me extrañaría que existiera pues en aquellos momentos nadie se fijaba en minucias.
    Saludos

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  11. Hola Bwana, que le han traido Los Reyes de Oriente? que no son islamistas, por cierto.

    Estoy ya deseando leer los próximos post de la nueva franquicia. Estos dos primeros han estado super interesantes.

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  12. Dª Laati:
    Los señores ésos de Oriente, deben estar cabreados conmigo por mis tendencias republicanas. Además conocen mis inclinaciones por Santa Claus.
    Muchas gracias por su interés.

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  13. Si no recuerdo mal, por lo que me han contado (yo no nací hasta marzo del 62), a esas lentejas las llamaban las pildoras del Dr. Negrin
    ¿no?

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  14. D. Carlos:
    No lo recuerdo , pero no me extrañaría nada. A veces no sabían tan mal si se lograba pillar alguna paloma (muy escasas en aquellos tiempos)para darle gustillo al guiso.
    Saludos

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