lunes, 23 de enero de 2012

LA PEQUEÑA VENECIA

El "Cuba" de la CGT

Antes de meterme en el barco, permitirme escuchar, una vez más, el disco que me ha regalado Giselle:





De la travesía marítima poco hay que contar, si exceptuamos cierta intranquilidad por lo que estaba sucediendo en Europa. Mi madre y mis hermanas están sufriendo las consecuencias del vaivén del barco y han pasado la mayor parte del viaje en el camarote. Yo me he dedicado a recorrer los pasillos y a jugar al ajedrez con un cura, que trata de evangelizarme, con escaso éxito.

Cuando estamos en mitad del Atlántico, nos comunican que estamos en guerra. El cantamañanas de Neville Chamberlain ha fracasado en su política de apaciguamiento con Hitler y los alemanes han invadido Polonia. Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a Alemania.

En el barco ordenan que se apaguen las luces por la noche. Parece que hay submarinos alemanes rondando por los alrededores y deben conocer el trayecto del Cuba.

Llegamos a la isla de Trinidad, sin incidencias y nos desembarcan a todos los pasajeros, que teníamos otros destinos, ubicándonos en hoteles de la capital, Port of Spain, por cuenta de la naviera francesa. El Cuba regresa a Francia con las guarniciones británicas y francesas que recogerán aquí, en la isla de Martinica y otras localidades de las Antillas.

Una semana después, han enviado otro barco, más pequeño, a recogernos y trasladarnos a nuestro destino, La Guaira.

En el barco viene mi padre, que está al tanto de la situación y ha venido a recogernos. Ha encontrado empleo en el hospital antituberculoso de Caracas, gracias a su condición de doctor en tisiologia. Ha alquilado una casa y nos ha inscrito en una escuela privada. Me temo lo peor.

Al día siguiente llegamos al puerto de La Guaira, a 40 .km de Caracas.


Los 40 km, desde el nivel del mar hasta los 920 m de altitud de Caracas, transcurren por una carretera serpenteante por la montaña y requiere más de una hora para su recorrido. Mi padre va conduciendo su flamante Plymouth del 39 con grandes precauciones porque los abismos son impresionantes.


Llegamos a la casa que ha alquilado, en el centro de Caracas. Se trata de una casa colonial, enorme, de una planta y con un patio interior. Muy parecida a ésta:

                           

Tras un par de días de descanso, ingresamos los tres hermanos en el cercano Instituto San Pablo. Nos ubicaron en 2º, 3º y 4º grado de educación primaria superior.
Imagino que mis hermanas lo pasarían mal los primeros días, al encontrarse con gente extraña y de tantos colorines que además, hablaban un español algo peculiar. Ni éllas ni yo habíamos visto antes negros o indios, salvo en las películas de Tarzán y en las de "convoys".
Otro tanto les debió suceder a los alumnos locales porque no habían visto españoles excepto en los "santos" de los libros de Historia, en los cuales libros no se les daba demasiado aprecio.

Pocos años después llegarían multitud, no sólo de españoles, sino de italianos y portugueses que los dejarían bastante saciados de personal europeo.
Pero en 1939, contemplar a un chico de 13 años con pantalón corto era un espectáculo muy entretenido. Las bromas a ese respecto se sucedían y no tuve más remedio que enfrascarme en algunas riñas callejeras. Esa prenda de vestir no se utilizaba en Venezuela pues, desde su nacimiento, todo varón llevaba pantalones largos, dejando los cortos para ropa interior.
Después de un par de peleas y la rotura de un labio, conseguí que mi madre me acomodara a la moda local.

La ciudad contaba con unos 250.000 habitantes, la cifra ideal para vivir bien, muy alejada de los 6 millones actuales. Había mucha excitación en el país porque se acercaban unas elecciones, tras la muerte del dictador Juan Vicente Gómez tres años antes y el empeño de su sucesor, el general López Contreras, de instaurar la democracia.

Pero ésto es harina de otro costal, que trataremos en próxima ocasión.

8 comentarios:

  1. Es una historia realmente de la época porque hoy nadie de esa edades se ve obligado a esa emigración a no se abe dónde, salvo algunos de Territorio Comanche pero en dirección a Madrid o a Alicante.

    Los datos sobre las previsiones de su padre me fascinan. Era lo más previsor que pueda uno imaginarse porque, además de empleo y casa, tenía ya reservada plazas de colegios. Genial.

    Lo de los pantalones cortos de nuestras generaciones siempre ha creado problemas con los chavales de entre 12 y 15 años. Nosotros también hasta los 15 años usabanos esos pantalones y las chicas se iban con los de pantalón largo, los de 15 años.

    ResponderEliminar
  2. Estupendo coche el que se gastaba su padre por las tierra venezolanas.

    Mi primer "negro" lo vi con 11 años y el susto fue tremendo, luego se volvió algo normal y es que el vecino del tercero tenía por costumbre alquilar su piso a militares de cuando los yanquis andaban por Torrejón, eso sí, siempre eran negros por lo que pensaba que había pocos blanquitos por esa base salvo los apañoles y los pilotos, siempre ha habido clases.

    Por cierto, tantas ganas de utilizar pantalón largo y a la que puedo me coloco el pantalón corto hasta en invierno.

    Como bien apunta Tella, su padre, de profesión, expedicionario, abriendo camino y preparando el terreno. Chapeau por él.

    Ya verá cómo las venezolanas, más bronceadas que las gabachas, le hacen cositas más que interesantes que bucólicos paseos por el campo... y es que espabilan muy pronto.

    Pero no adelantemos acontecimientos, y permítame que le dé otra colleja al mamón de Chamberlain.

    ResponderEliminar
  3. Bwana, me imagino el miedo al oir que pululaban submarinos alemanes.

    ResponderEliminar
  4. Jopé, Bwana, ni en el barco se libró de los peligros. Yo me imagino a sus padres en esa situación y debían tener una angustia tremenda y una preocupación constante.
    Y aunque aquí se está perdiendo bastante la costumbre, mi hijo también ha ido al colegio en pantalón corto, invierno y verano. Eso les curte.

    ResponderEliminar
  5. D. Javier:
    Cuando vivía en Alicante noté la gran afluencia de personal vasco, pero creía que era por lo mucho que aprecian la paella.
    Las previsiones de mi padre, en efecto, eran de categoría. Sólo le fallaban las económicas.

    ResponderEliminar
  6. D. isra:
    Entonces tenía Vd. una segunda "Corea" por el vecindario. La primera, sita en la calle del doctor Fleming, recibió ese apodo por la cantidad de militares yanquis que vivían por allí y que, por lo visto, habían estado en la guerra de Corea.
    Para una mejor apreciación de las venezolanas, tuvieron que transcurrir unos cuantos años, le aseguro.

    ResponderEliminar
  7. D. MAMUMA:
    Afortunadamente ni los oí ni los ví, aunque me los imaginaba torpedeando nuestro bonito bateau.

    ResponderEliminar
  8. Dª maharani:
    Pues enviar al colegio a su hijo con pantalones cortos, en invierno, desde luego que tiene que curtirle, sobre todo las pantorrillas.

    ResponderEliminar