martes, 31 de enero de 2012

ADOLESCENTES

A los 16 años, en aquella época, empezaba uno a notar que las chicas no sólo tenían las caras guapas, algunas, sino que presentaban otras partes de su anatomía muy interesantes. Uno de mis mejores amigos es Virgilio NG., un mulato del Estado Bolívar, menudo, pelo rizado (que aquí llaman "chicharrón") y de facciones poco agraciadas, para ser sincero. Virgilio está enamorado de una compañera de la Escuela, hija de alemanes,   Eva D. y no se atreve a hablar con ella. La chica es una típica muchachota rubia y abulta el doble que Virgilio.
Eva va siempre acompañada por Virginia V., a la que también yo le tengo echado el ojo, un poco por compañerismo con Virgilio. Cuando salen de clase las vamos siguiendo, disimuladamente, hasta que llegan a sus casas, en la cercana plaza Parque Carabobo. Ya sabemos bien dónde viven, pero hasta allí llega nuestra osadía.


Jamás logramos ni siquiera hablar un minuto con ellas y nuestra relación, puede decirse con propiedad, es totalmente contemplativa.
Cerca de Los Caobos, la zona donde vivimos, está la urbanización El Conde, un barrio de clase media con chalets adosados y allí nos reunimos la llamada "cuerdita de El Conde" a discutir tonterías y, de paso, rondar a las hermanas R., vecinas de uno de los compañeros a quien apodamos "el loco H.", con mucha razón porque está completamente pirado. Gracias a su ayuda, conseguimos tener algún intercambio con las chicas a través del jardín trasero. Todo va de perlas, hasta que un taxista, que se había agregado a "la cuerdita", nos dice:
"Mucho cuidado con esas niñas. Su padre es el brujo R."
Como el mencionado brujo era muy famoso en Caracas, resolvemos cambiar de aires y mudamos nuestro lugar de reuniones.

No creo haber mencionado que las direcciones en la Caracas antigua se rigen por los nombres de las esquinas. No se vive "en la calle NN", sino "de tal a tal esquina". Por ejemplo, Torre a Veroes, Veroes a Santa Capilla, Chimboazo a Teñidero ,etc. Algunas resultan bastante graciosas, como: "de Hospital a Hoyo", "de Pele el ojo a Quita Calzón". Otras muy populares son las esquinas de San Jacinto, Traposos, Doctor Paúl y El Chorro.
La primera tomó su nombre de los monjes de esta orden que establecieron allí su monasterio. La segunda, la esquina de Traposos, debe su nombre al hecho de que cerca se encontraba una casa que era considerada como santuario para aquellos perseguidos por la policía, generalmente personas pobres y harapientas. La tercera lleva el nombre de un médico que vivió hace años en ese mismo lugar. Supongo que la del Chorro será por algún manantial que había por ahí. En realidad, cada esquina tiene su historia y razón de ser, no se trata de ninguna guasa.

Me gusta mucho tomar el tranvía que sale de la esquina de la Torre, en la plaza Bolívar y pasa por el parque Carabobo, para terminar en Sabana Grande, al este de la ciudad, donde se producirá, en los próximos años, un desarrollo urbanístico espectacular.


Los tranvías que, como puede observarse, van completamente "al aire", aprovechando el benigno clima de la ciudad, no son un vehículo adecuado para el viajero con prisas. Los conductores conocen a sus clientes y, si el supuesto pasajero no está a la vista, hace sonar el timbre repetidamente. A veces sale una señora, en bata, diciendo: "¡Un momentico, que ya sale!" y aparece un señor bebiéndose una taza de café apresuradamente.

Frente a nuestra casa hay un espacio entre los caobos que, con algo de imaginación, lo convertimos en un campo de futbol. Pero ese deporte aún está en paños menores aquí y yo soy el que tiene que poner la pelota que, a fuerza de golpes contra los árboles, se parece cada día más a una bola de rugby. Los amigos prefieren jugar al béisbol y no tienen inconveniente en prestarme un guante cuando juego en el campo. Resulta complicado y hasta peligroso, cuando alguien batea y la bola golpea en alguno de los árboles, saliendo disparada en cualquier dirección.

Uno de los que se ha apuntado al futbol es Iñaki L., hermano de una chica que viene a ayudar a mi madre en las labores de limpieza. Iñaki hace poco que ha llegado de España y se empeña en que vayamos al Centro Vasco donde, según dice, hay ligue.
Con la entrada de tantos desterrados de España, proliferan los locales donde se reunen, por separado y según las regiones de donde proceden. Hay dos casas de España, una donde van los que escaparon por motivos políticos (generalmente) y la otra que financia el gobierno de Franco. El colmo es el de los gallegos, que se dividen en Casa de Galicia, Centro Gallego y una tercera cuyo nombre no recuerdo.

La visita al Centro Vasco no tuvo ningún resultado interesante, al menos para mí.

Los festivos y cuando me nota vagueando, mi padre me encarga que vaya a cobrar facturas a algunos clientes del laboratorio. Me facilita la suma de dos bolívares, para el autobús y me da las direcciones y nombres de los interfectos. Algunos suelen estar a poca distancia de casa, por lo que hago el trayecto a pie y me pulo el dinero en uno de los deliciosos "popsicles" de la heladería EFE que se venden por la calle.















Desde pequeño he tenido debilidad por los helados y me habré tragado varias toneladas durante mi ya dilatada existencia.

A veces regreso a casa sin haber podido cobrar, por lo que tengo que oir a mi progenitor llamarme inútil, mientras abre esos ojos saltones que parecen amenazarte con las más horrorosas torturas, pero que, como descubrí más tarde, no representan ningún peligro.

lunes, 30 de enero de 2012

LA ESCUELA EXPERIMENTAL VENEZUELA

Termina el año 1941 y en Europa la guerra es total. Los japoneses inician un ataque a los EEUU con el bombardeo de Pearl Harbour, que debe preceder al desembarco en California, pero se quedan a medio camino. Roosevelt declara la guerra a Japón y, de paso, a Alemania. El Congreso había impedido, hasta ese momento, que el presidente enviara fuerzas a Europa, que es lo que le molaba a Délano. Hitler considera que la culpa de la intervención norteamericana la tienen los rusos y ataca la Unión Soviética, ignorando lo que le pasó a Napoleón.

Todo el proceso bélico lo llevo controlado mediante un mapa de Europa que tengo colgado en la pared de mi dormitorio y donde coloco alfileres de colores para señalar el curso de la contienda. La guerra del Pacífico la tengo algo descuidada porque no me cabe el mapa de Oceanía en la pared.

Nos hemos vuelto a mudar de casa y, esta vez, a una de las zonas "nobles" de Caracas. Se trata de un hermoso chalet de dos pisos en medio del bosque de Los Caobos y a 50 metros del Museo de Ciencias. Un poco más allá se encuentra la Escuela Experimental Venezuela, donde nos inscriben a los hermanos.



La escuela ha sido fundada hace dos años por el profesor Sabás Olaizola, un eminente pedagogo uruguayo,  que es su primer director. Voy a cursar aquí el 6º grado y siempre recordaré, con gran cariño, mi paso por esta institución.

Antes de anotar los gratos recuerdos que conservo de la escuela, volvamos al hogar.

Después de la experiencia negativa, ¿cómo es que estamos otra vez en una casa enorme y con huéspedes? Resulta que mi padre se ha asociado con un químico gallego, recién llegado de España con su mujer y tres hijos. Han instalado un laboratorio en el chalet y se dedican a realizar análisis para algunos consultorios de Caracas. También están con nosotros un hermano del químico, que es periodista, un popular locutor de radio Caracas, Jesús Maella y otro periodista de estilo "intrépido". También viven aquí la directora del colegio de enfermeras y su marido, ambos puertorriqueños. Un total de 16 personas, si no me equivoco.
Parece que es gente solvente y así lo demostrarán en los meses que siguen. Además mantienen unas tertulias que son la delicia de mi padre.

Pero regresemos a la Escuela Experimental Venezuela:


Como su nombre indica, el método educativo se basa en la experimentación. El 6º grado se divide en dos grupos de estudiantes en los que hay chicos y chicas. Cada grupo tiene 20 alumnos y las clases se imparten en tres salas separadas: Aula, Taller y Laboratorio. Las clases de Castellano y literatura, Historia y Geografía, se dan en el Aula; las de matemáticas y geometría en el Taller; y en el Laboratorio, donde se dispone de microscopios y diversos equipos, se estudian Ciencias Naturales. En este último, incluso realizábamos el experimento de Galvani con auténticas ranas.


En ocasiones, cuando el tema tratado lo requiere, se traslada al grupo de estudiantes a un jardín botánico cercano para que vean, toquen y huelan las diversas plantas, aprendan a distinguir tipos de hojas, árboles, etc.












Si el asunto que se está estudiando es la dinamo, por ejemplo, se lleva a los estudiantes a la estación central de tranvías. Se pretende, en resumidas cuentas, que el alumno no se limite a estudiar el tema en un libro, sino que lo pueda ver y tocar físicamente.
Hay clases de música, pintura, baile y teatro en salones adaptados al efecto y, una cosa que me llama bastante la atención, un sistema de emisión de radio que comunica con las clases para dar a conocer asuntos de importancia.

He dejado para el final lo más interesante de esta institución:
Para que los alumnos vayan practicando la democracia, inexistente en el país durante las dictaduras de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez, se ha creado la República de la Escuela, en la que los alumnos son elegidos, por  votación directa y secreta entre ellos mismos, representantes de los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial. Los ministros se denominan "consejeros" y, pocos meses despues de nuestra llegada, se celebran elecciones y soy nombrado Consejero de Orden, gracias a la pinta de chico serio que me ha adornado toda la vida.

He comentado, orgullosamente, el nombramiento en casa y uno de los periodistas, JDB, que trabaja en el diario "La Esfera", acude a la escuela para hacer  un reportaje sobre esta extraordinaria "República". El hombre tiene que enviar un artículo al periódico diariamente y no desaprovecha oportunidad alguna para cumplir con su tarea. En una ocasión, con motivo de la presencia de la hija de una mucama que trabajaba en casa, escribió un reportaje durante tres días, en el que aseguraba que la niña era descendiente de los Romanov. En uno de los artículos sobre la Escuela, me presenta a mí, poco más o menos, como un héroe de la guerra civil. Desde entonces he desconfiado bastante de lo que dicen los periódicos.


Redactor de "La Esfera" y un servidor por los pasillos de la Escuela
Ejercemos nuestras funciones ejecutivas reuniéndonos media hora antes de la salida de la escuela. Por cierto que, tanto la entrada como la salida, se realizan en un órden perfecto, desfilando bajo la bandera de Venezuela y cantando el himno nacional. Como puede notarse en la foto precedente, todos vestimos batas blancas.

Lo primero que hacemos los alumnos de 6º es entrar en el Aula, donde nos espera la profesora, doña Teresa G. con "Platero y yo" en la mano. Cada día le toca a un alumno leer un párrafo del famoso libro de Juan Ramón Jiménez, para luego analizar la gramática utilizada por el escritor.

Gracias a mi afición a la lectura, me resulta fácil destacar en esa materia, por lo que la profesora G. me toma un cariño que, a veces, hasta me resulta bochornoso.

Pero lo que más me gusta son las representaciones teatrales, en las que se suelen repetir episodios de la guerra de independencia. Nadie me disputa el papel cuando se trata de interpretar a un español, sea el gobernador o el dueño de la hacienda colombiana donde murió Bolívar.


El papel del cura, en la escena de la muerte, en la que vamos ataviados con trajes de la época, lo representa Julio S., un chico de 5º grado que destaca por su obesidad. Verlo aparecer en escena, con su sotana y dándole la extremaunción al Libertador, desata las risas de los presentes. Incluso el moribundo suelta la carcajada. Hay que repetir la escena varias veces hasta que somos capaces de mantener la seriedad necesaria en la representación final, ante profesores y alumnos. El esfuerzo requerido a los actores ocasionó más de una mancha en los pantalones, afortunadamente ocultos por la voluminosa vestimenta.

jueves, 26 de enero de 2012

INTEGRACIÓN

Mientras nos entretenemos en la escuela mis hermanas y yo, en casa se acumulan los acontecimientos. Han aparecido varios españoles, algunos con sus familias y un matrimonio venezolano con un hijo de mi edad, que se han instalado con nosotros. Estos "realquilados" tienen diversos motivos para haber venido a Venezuela, a saber:

Escapar de las posibles represalias franquistas por haber intervenido en la guerra, aunque aseguran no haber matado ningún cura.

Evitar juicios por  haberse cancelado por ley los divorcios celebrados y quedarse en  situación de bigamia, los que volvieron a contraer matrimonio.

Huir de la falta de alimentación en aquellos años en España.

Mi padre les cobra un alquiler y, de esa manera, logra equilibrar el presupuesto, bastante deficitario por el escaso sueldo que percibe de la Sanidad venezolana. Aunque le reconocen el título de médico y como tal tiene un trabajo en el hospital público, no le permiten ejercer libremente si no lo revalida. Esta tratando de hacer la reválida, pero hay gran oposición por parte del Colegio de Médicos y el Ministerio de Sanidad.

Según me contó años más tarde, el Colegio estaba muy mosca con la llegada de tantos médicos procedentes, no sólo de España, sino de otros países europeos y pretendía evitar competencias desleales. En cuanto al Ministerio, parece que el director del hospital donde trabajaba  mi padre, recomendó al personal médico que se hurgaran los bolsillos para enviarle algún regalito al señor ministro que celebraba su cumpleaños. Mi padre tuvo la brillante idea de enviarle una figura de Lladró que representaba a un ánade.


Para su desgracia, mi padre no sabía que al señor ministro se le conocía por cierta tendencia a perder aceite. Mucho menos estaba al tanto de que, en Venezuela, se dice que alguien es "pato" cuando se quiere decir, con finura, que es maricón.

Mi madre se ha agenciado un par de mucamas y una cocinera que la ayuda en dar de comer a tanta gente, tarea que le resulta muy difícil al no encontrar los ingredientes que utilizaba en Europa para hacer la comida. 

Está bastante asustada con la proliferación de extraños insectos que habitan en una casa tan antigua; sobre todo los alacranes y las cucarachas voladoras. Sí, esas asquerosas vuelan como mariposas.

También abundan unas enormes hormigas, llamadas "bachacos", que se comen cualquier cosa tangible. Yo estoy mosca con los alacranes pues tienen la mala costumbre de subir por las paredes y situarse al lado de los interruptores de la luz, a ver quien cae.



Como mi padre ya ha sufrido las consecuencias de su desconocimiento del lenguaje local, está empeñado en enseñarnos algunas palabras tabú y que deben ser cambiadas cuando hablamos con otras personas. Por ejemplo, "mi madre" debe sustituirse por "mi mamá", aunque resulte cursi referirse de esa manera a la progenitora cuando uno está ya talludito.




Resulta que "mentar la madre" simplemente, puede ocasionar un altercado grave. Hay otras curosidades como: "coger" y "tirar" que, por su referencia sexual en el país, deben cambiarse, respectivamente, a: agarrar y halar (pronunciada "jalar"). Más cosas: "levantarse" es "pararse", o sea, estar "parado" es estar de pie (no tiene que ver nada con la pérdida del empleo)  Aquí sólo se "levanta" uno de la cama, aunque también puede "levantarse" una cartera mal puesta.

Más adelante aprenderé que "echarse el palo" es tomar una copa, de allí que "pasapalo" sea nuestra clásica "tapa". Adaptarse a este lenguaje requiere mucha atención  y un cambio en nuestro diccionario cerebral. Éstos detalles no los enseñan en la escuela y tomo debida nota.

Pasan los meses y los huéspedes están cada vez más morosos. Tanto que mis padres deciden  que hay que mudarse a una casa más pequeña y olvidarse de los inquilinos. No ha sido una buena idea y deciden que los acogidos se busquen la vida.

Nos trasladamos a un chalecito en una urbanización llamada Nueva Caracas, al oeste de la ciudad y cercana al domicilio del Sr. Muchaplatez, un enfermo de los pulmones que se ha convertido en cliente particular de mi padre.

Los días de fiesta vamos a las cercanas playas de Catia la Mar, solitarias en aquellos años, llevando las clásicas tortillas de patatas y el pollo asado. En la foto que sigue estamos los tres hermanos y la perra "Pichi":


Las aguas están, lo menos, a 30 grados. Como hemos oído hablar de la abundancia de tiburones por estos lares, nos limitamos al clásico baño de asiento.

En el país han habido elecciones y las ha ganado otro general, Isaías Medina Angarita, nombrado Presidente Constitucional por amplia mayoría. Ha derrotado al escritor Rómulo Gallegos, del partido Acción Democrática.


Medina Angarita no es un general al estilo de los que ha sufrido Venezuela durante tantos años. Cree en la democracia y sabe rodearse de personas valiosas. Su gobierno autoriza el juego democrático total. Los mejores cerebros del país colaborarán para dar un impulso gigantesco a la educación, la industria, la cultura y el comercio. Uno de los partidos que entran en la política es Acción Democrática, el partido socialista de Venezuela. Como la cabra tira al monte, le darán un disgusto al presidente en cuanto tengan oportunidad.

Al terminar el curso, hemos pasado unas vacaciones en la vecina localidad de Los Teques, en la hacienda de Muchaplatez donde lo hemos pasado bastante bien. Yo estoy mucho tiempo subido a los árboles de mango, probando las diferentes clases de esta fruta sin encontrar alguna que no me cause repulsión. Sin embargo, hay una plantación de piñas en la que mi padre y yo nos ponemos ciegos de esa sabrosa fruta tropical.

Vuelven las clases y regresamos a Nueva Caracas. Pasan los meses sin ningún suceso interesante que pueda recordar, salvo que he terminado el 5º grado con la calificación de sobresaliente.

Nuevas mudanzas y colegios nos esperan y algunos sucedidos que vale la pena relatar, pero será en próximos episodios.

miércoles, 25 de enero de 2012

CARACAS

Esta bella ciudad, fundada por el conquistador Diego de Losada en 1567, se sitúa en un extenso valle donde habitaban los indios "caracas". Su parte norte la rodean las estribaciones de los Andes. Tiene un clima tropical suave y dos estaciones: el verano (cuando no llueve) y el invierno, cuando caen unos chaparrones tremendos casi todos los días.

Vista de Caracas y el pico Ávila
Otra vista a la ciudad
En esta ciudad voy a pasar los próximos años o, mejor dicho, décadas. De momento en la escuela he sido aceptado como uno más, gracias a los pantalones largos. Participo en los deportes locales y me han enseñado a jugar al beisbol, un deporte complicado como pocos, pero que me gusta mucho. Todavía hay un asunto que me separa algo de los compañeros y es que no asisto a clases de religión. Otro chico hebreo y yo, somos los únicos que no tenemos interés en aprender historia sagrada. Como en este país existe libertd de cultos, nos entretenemos jugando al ajedrez mientras los demás escuchan al cura.

Alguna broma tengo que aguantar, todavía, debido a lo que cuentan sobre las atrocidades cometidas por los españoles durante la conquista y posterior guerra de independencia. En particular hay un sujeto, José Tomás Boves, presente en muchos episodios de la historia de Venezuela, que hacía verdaderas barbaridades al frente de los llaneros, los nativos de los inmensos llanos venezolanos.



Boves había nacido en Oviedo en 1782, estudió náutica y prestó sus servicios a la Real Armada Española. Tras una condena por contrabando, Boves se traslada a Calabozo, en los llanos venezolanos donde se dedicó al tráfico de ganado. Gracias a su conocimiento de la región y su fuerte personalidad, Boves se convierte en un caudillo militar al frente de un gran ejército de jinetes llaneros. Sus exitosos enfrentamientos contra las fuerzas independentistas le hacen ganar el título de "Supremo Sostenedor de las Armas del Rey en la Costa Firme", otorgado por las autoridades españolas. Sus batallas contra los rebeldes se libran con una ferocidad sin límites, ganándose el apodo de "El azote de los llanos". Fallece, a los 32 años, en la batalla de Urica.

Lo paradójico del asunto es que, esos mismos llaneros que sembraban el terror al mando de Boves, se convierten en héroes cuando luchan bajo la dirección de José Antonio Páez, un nativo de los llanos y futuro presidente de la nueva répública en varias ocasiones.



Es lo que me chocó cuando estudiamos en clase la Batalla de Mucuritas. "A principios de año Páez se enfrenta a La Torre en Mucuritas. Mil jinetes patriotas se enfrentan a 4000 soldados realistas". Según esta versión, los patriotas ganaron la batalla, pero otros historiadores dan a La Torre como vencedor. Nótese la proporción de 4 a 1, muy corriente en la historia que se estudia en ese país. Obsérvese, también, la bondadosa cara del amigo Páez comparada con la de Boves.

Estos sucedidos me hacen tomarle antipatía a la clase de historia. Menos mal que, en la de castellano, la profesora está encantada conmigo.  Tampoco se me dan mal las matemáticas, gracias a los esfuerzos de mi abuelito y termino el curso con una nota superior a las de mis condiscípulos, ganando muchos puntos con mi padre.

Entre tanto, otros acontecimientos están ocurriendo en la casona.

martes, 24 de enero de 2012

LAS DIABÓLICAS

Disculpen Vds. por la interrupción momentánea del relato de mis aventuras por esos mundos de D. Después de haber soportado un interrogatorio, digno del más espeluznante tercer grado, no me encuentro con humor para buscar hechos interesantes.

Exactamente, he ido a renovar mi carnet de conducir a una de esas oficinas autorizadas por la DGT. Me han atendido dos señoras inmediatamente, ya que era el único cliente a la vista. Ambas jóvenes me iban pasando, de una a otra, para someterme a diversas pruebas diabólicas, examen de la visual ojo a ojo (cuando nunca he conducido guiñando ninguno de los dos), toma de tensión, revisión de la capacidad auditiva y otras barrabasadas de similar escarnio. Después de una hora de tortura y decirme que soy un asco,  me han autorizado un carnet para un año, que recibiré en mi domicilio. 
Ya sé dónde no voy a ir el año que viene.

lunes, 23 de enero de 2012

LA PEQUEÑA VENECIA

El "Cuba" de la CGT

Antes de meterme en el barco, permitirme escuchar, una vez más, el disco que me ha regalado Giselle:





De la travesía marítima poco hay que contar, si exceptuamos cierta intranquilidad por lo que estaba sucediendo en Europa. Mi madre y mis hermanas están sufriendo las consecuencias del vaivén del barco y han pasado la mayor parte del viaje en el camarote. Yo me he dedicado a recorrer los pasillos y a jugar al ajedrez con un cura, que trata de evangelizarme, con escaso éxito.

Cuando estamos en mitad del Atlántico, nos comunican que estamos en guerra. El cantamañanas de Neville Chamberlain ha fracasado en su política de apaciguamiento con Hitler y los alemanes han invadido Polonia. Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a Alemania.

En el barco ordenan que se apaguen las luces por la noche. Parece que hay submarinos alemanes rondando por los alrededores y deben conocer el trayecto del Cuba.

Llegamos a la isla de Trinidad, sin incidencias y nos desembarcan a todos los pasajeros, que teníamos otros destinos, ubicándonos en hoteles de la capital, Port of Spain, por cuenta de la naviera francesa. El Cuba regresa a Francia con las guarniciones británicas y francesas que recogerán aquí, en la isla de Martinica y otras localidades de las Antillas.

Una semana después, han enviado otro barco, más pequeño, a recogernos y trasladarnos a nuestro destino, La Guaira.

En el barco viene mi padre, que está al tanto de la situación y ha venido a recogernos. Ha encontrado empleo en el hospital antituberculoso de Caracas, gracias a su condición de doctor en tisiologia. Ha alquilado una casa y nos ha inscrito en una escuela privada. Me temo lo peor.

Al día siguiente llegamos al puerto de La Guaira, a 40 .km de Caracas.


Los 40 km, desde el nivel del mar hasta los 920 m de altitud de Caracas, transcurren por una carretera serpenteante por la montaña y requiere más de una hora para su recorrido. Mi padre va conduciendo su flamante Plymouth del 39 con grandes precauciones porque los abismos son impresionantes.


Llegamos a la casa que ha alquilado, en el centro de Caracas. Se trata de una casa colonial, enorme, de una planta y con un patio interior. Muy parecida a ésta:

                           

Tras un par de días de descanso, ingresamos los tres hermanos en el cercano Instituto San Pablo. Nos ubicaron en 2º, 3º y 4º grado de educación primaria superior.
Imagino que mis hermanas lo pasarían mal los primeros días, al encontrarse con gente extraña y de tantos colorines que además, hablaban un español algo peculiar. Ni éllas ni yo habíamos visto antes negros o indios, salvo en las películas de Tarzán y en las de "convoys".
Otro tanto les debió suceder a los alumnos locales porque no habían visto españoles excepto en los "santos" de los libros de Historia, en los cuales libros no se les daba demasiado aprecio.

Pocos años después llegarían multitud, no sólo de españoles, sino de italianos y portugueses que los dejarían bastante saciados de personal europeo.
Pero en 1939, contemplar a un chico de 13 años con pantalón corto era un espectáculo muy entretenido. Las bromas a ese respecto se sucedían y no tuve más remedio que enfrascarme en algunas riñas callejeras. Esa prenda de vestir no se utilizaba en Venezuela pues, desde su nacimiento, todo varón llevaba pantalones largos, dejando los cortos para ropa interior.
Después de un par de peleas y la rotura de un labio, conseguí que mi madre me acomodara a la moda local.

La ciudad contaba con unos 250.000 habitantes, la cifra ideal para vivir bien, muy alejada de los 6 millones actuales. Había mucha excitación en el país porque se acercaban unas elecciones, tras la muerte del dictador Juan Vicente Gómez tres años antes y el empeño de su sucesor, el general López Contreras, de instaurar la democracia.

Pero ésto es harina de otro costal, que trataremos en próxima ocasión.

miércoles, 18 de enero de 2012

AU VOIR, MARIGNANE, JE T´AIME

He pasado un verano sensacional, disfrutando de una libertad absoluta. Entre los paseos en bicicleta, el baño en la playa y los escarceos románticos, soy feliz. Me llama la atención el espectacular cultivo de espárragos que hay, cerca de la playa. No sabía que se mantienen cubiertos de arena, en bancales y que se recogen y vuelven a reproducirse.



A unos 50 metros de la playa, hay una plataforma desde donde los chavales nos tiramos al agua. Nadamos hasta allí, descansamos un rato sobre la plataforma y luego nos lanzamos al agua. En una ocasión observo que la mayoría se ha lanzado al agua y huyen, despavoridos, hacia la orilla. Pregunto qué pasa y uno de los seis que aún permanecemos en la plataforma, contesta "¡Meduse, meduse!". Efectivamente, la plataforma está rodeada por miles de medusas. No me atrevo a lanzarme al agua pero, noto con preocupación, que solo quedamos dos, así que me encomiendo a los espíritus y me tiro, nadando a la mayor velocidad que me permiten mis fuerzas. Logro llegar a la orilla sin ningún percance.

Cerca del pueblo pasan varios canales donde se suelen bañar los chicos, pese a las advertencias de sus padres ya que se ha ahogado más de uno.


Ya hablo francés y me han aceptado la pandilla de chicos que se dedican a hacer travesuras durante las vacaciones. Nos acercamos a uno de los canales y algunos se despojan de las ropas y se tiran al agua. La fuerte corriente los aleja del resto de nosotros, pero salen del agua a unos 50 metros. Me piden que me tire, pero estoy dudando. "Les espagnols sont fables" oigo que me dicen, por lo que no lo dudo más y me tiro al agua. Me dejo llevar por la corriente y salgo unos metros más allá sin dificultad. He ganado puntos con el grupo y mantenido el pabellón de España en su lugar.

A mediados de agosto mi padre se marcha a Venezuela. ¿Por qué no a México como hace todo el mundo? Pues nos explica que pedían un dinero, con el que no cuenta, mientras que en el consulado de Venezuela, no sólo no le han pedido nada, sino que han sido muy atentos. En cuanto encuentre trabajo nos mandará lo necesario para que nos reunamos con él.
Yo espero que no sea demasiado pronto porque estoy disfrutando como un enano de las maravillas de este lugar.

Tampoco me llevo mal con los mayores. Mi habilidad en el juego de bochas les ha encantado y me han inscrito en el campeonato local.



He conocido a una preciosidad que, si mal no recuerdo, se llama Giselle. ¿Qué más puede pedir un chaval de 13 años, sin compromiso y libre como el viento? Pues no dura mucho la felicidad: mi madre ha recibido noticias de mi padre, que nos ha enviado un dinerillo y los pasajes y salimos inmediatamente rumbo a Le Havre, para embarcar en el vapor Cuba destino Venezuela.

Del trayecto desde Marignane hasta Le Havre, al otro extremo de Francia y a orillas del Canal de la Mancha no tengo el menor recuerdo. No sé si fuimos por tren o en coche. La tristeza por el final de mis vacaciones provenzales debe haberme hecho olvidar esas minucias.

Y como debemos prepararnos para cruzar el Atlántico, voy a descansar un par de días antes de continuar, si vuecencias me lo permiten.

martes, 17 de enero de 2012

VACACIONES EN LA PROVENZA


Algunas vistas de Marignane cuando llegamos en 1939. Tenía una población de 3.500 habitantes; hoy se ha multiplicado por diez y se ha desarrollado enormemente, según parece por su cercanía a Marsella y la gran afluencia de turistas a esta preciosa zona

Hemos llegado a casa de M. Balfagón Cordonier, el marido de Matilde, la prima de mi madre. Después de los abrazos a mi padre, nos vamos directamente a la cama. Luego me entero de que Cordonier no es el 2º apellido de Balfagón, sino que se trata de su profesión. Es zapatero.

Mapa de Marignane y sus alrededores en la actualidad
A la mañana siguiente se hace necesario un reparto familiar. Mis hermanas van a las casas de unos amigos franceses y me quedo, con mis padres, donde los Balfagón. El matrimonio tiene un hijo de mi edad y también vive allí la madre de Balfagón, que exhibe un malhumor permanente, aunque hoy día no me extraña después de haber sufrido en carne propia la irrupción de okupas.. No hay sitio para nadie más. Parece que mi padre ha sido acogido cordialmente por las "fuerzas vivas" de Marignane y no sólo le ayudarán con la familia, sino que le avisan de cuándo viene la gendarmería en busca de refugiados españoles.

Pronto me entero de la odisea de mi padre para llegar al pueblo. Durante la desbandada general de las fuerzas republicanas, abandonados a su suerte por los mandos superiores, llegaron unos cuantos y él a Portbou, donde hubo que disputar a punta de pistola un sitio en las barcas de pescadores que salían rumbo a Francia. En Banyuls-sur-mer les esperaba la gendarmería y los soldados senegaleses que se ocupaban de detenerlos para su posterior internamiento en campos de concentración. Gracias a sus nociones de francés y a su habilidad, mi padre se separó del grupo, compró un periódico y se puso a leer tranquilamente, con lo que logró despistarlos.

                


Pierre, el hijo de Balfagón, se hace amigo mío enseguida y recorremos los preciosos alrededores de Marignane en bicicleta. Su padre me ha dejado la suya, una bici bastante extraña, ya que la rueda delantera es algo más grande que la trasera, pero corre que vuela. Pierre tiene que ir a clase, por lo que yo me largo en solitario a recorrer las carreteras. Siempre me ha gustado el ciclismo y con esta bici recorro kilómetros sin parar. Al final tengo que regresar, no sin dificultades para encontrar el camino. Al llegar a casa recibo un rapapolvo de mi padre y me dice que se ha terminado la vagancia y que mañana entraré en el instituto.

El director es amigo de mi padre y ha consentido en que yo asista a las clases, en calidad de observador. Hay unos 20 alumnos, entre chicos y chicas. Algunas de éstas me parecen muy guapas, en especial Ivonne, algo mayor que yo y que luego me entero  de que es la hija del dentista.

Algunos chicos, aprovechándose de que son mayores que yo, me piden disimuladamente, que me agache y le toque las piernas a la que tengo delante. Así lo hago, encantado, pensando que es una costumbre francesa y me descubre el profesor en la jugada. Castigo, de cara a la pizarra y posterior bronca de mi padre.

Mientras disfrutamos del paisaje y de la comida francesa, los nazis han invadido Checoslovaquia, un año después de haberse tragado Austria. Mi padre está muy preocupado y lo comenta con sus amigos de Marignane. "No se atreverán con nosotros", le dicen, "jamás podrán atravesar la línea Maginot".

La línea Maginot es una gigantesca fortaleza que se extiende por toda la frontera franco-alemana.




Esquema del interior de la Maginot
Los franceses tenían razón: los nazis no se atrevieron con la Maginot. En su lugar entraron por Bélgica sin ningún problema.

Mi padre no se fía y empieza las gestiones para salir de Francia. Se pasa los días viajando a Marsella para visitar embajadas y conseguir pasaportes que nos permitan emigrar lo más lejos posible de Europa. Una oportunidad que no desaprovecho para continuar con mi conocimiento del entorno.

Paseando por el pueblo, me encuentro con Ivonne. Empezamos a jugar a "que te pillo", alrededor de los árboles.



Inoportunamente aparece mi madre, pegándome un grito que me deja helado. Me reprocha que ande jugando con chicas tan mayores. No he vuelto a ver a la Ivonne que no querrá perder el tiempo con españolitos, supongo, pero años más tarde (muchos) me acordé del episodio viendo la película "10" donde Dudley Moore persegúía a Bo Derek, también hija de dentista. Después de todo, tal vez evité el tratamiento que sufrió el pobre Moore en la dentadura, lo que resulta consolador.

lunes, 16 de enero de 2012

EL ÉXODO

Han llegado las fuerzas nacionales a Llançá. Por arte de magia, las banderas catalanas se han convertido en la enseña nacional.










La gente ha recortado el color amarillo que sobraba y, de cada bandera catalana ha sacado dos nacionales, colgándolas debidamente en balcones y ventanas para dar la bienvenida a los vencedores. Ahora resulta que todos "habían estado con la cruzada" desde el primer día.

A los chavales se nos ha terminado el desmadre y nuestras progenitoras nos han pedido que digamos, si nos preguntan por nuestros padres, que no sabemos dónde están (lo cual es cierto, en muchos casos)

Las nuevas autoridades quieren limpiar el cerebro de los chicos de cualquier influencia nociva, sea comunista o anarquista. Se ordena a los mayores de 10 años que pasemos por el cuartel instalado en el pueblo a la mañana siguiente.
Así lo hacemos (¡faltaría más!) y nos hacen realizar unos ejercicios de gimnasia. A continuación, debemos pasar a la iglesia para oir misa.
Esta rutina hay que cumplirla diariamente y, los domingos, se desfilará por las calles del pueblo provistos de unos palos que simulan escopetas. A cambio, se nos repartirá el rancho de los soldados.


A mi madre no le ha parecido mal lo del rancho (una boca menos que alimentar)

Después de casi tres años de oir y leer propaganda republicana, se incrementa mi antipatía hacia los curas. Además son dos kilómetros, ida y vuelta, al pueblo todos los días, y obligarme a oir misa me resulta odioso. Por el camino todavía se ven cadáveres de soldados en las acequias que lo bordean. Un espectáculo desagradable, pero no hay manera de apartar la vista.


Un día, las autoridades militares nos convocan a todos a un descampado, al lado sur del puerto. Se va a producir el fusilamiento de un soldado moro que ha violado a una chica y quieren dar ejemplo y demostrar a la población que el que la hace, la paga. (Hace unos años leí una carta del lector de un periódico en la que mencionaba haber presenciado ese fusilamiento. No logré contactar con él, aunque lo intenté seriamente)

Tiempo después mi madre me dice que nos marchamos a Francia. Tiene noticias de mi padre desde Marignane, un pueblo donde vive su prima Matilde. Todo se hace en el mayor de los misterios y salimos, a finales de marzo, al amanecer, en dirección a los Pirineos.

De Llansá a Cerbere
Hay que cruzar todo éso y más












Nos acompaña una guía que sabe los caminos más cortos y libres de guardias que tomar para pasar a la parte francesa. Ignoro de dónde ha salido ni quién la paga para acompañarnos, pero me resulta bastante antipática. Camina con rapidez y es difícil seguirla, sobre todo a mi madre que tiene que llevar a mis hermanas pequeñas. De vez en cuando nos manda a callar y nos hace escondernos en la maleza; dice que hay guardias y tenemos que andar con mucho cuidado.


Después de una agotadora jornada, subiendo y bajando montañas, llegamos a Cerbere, de noche. Peor que la caminata ha sido la tremenda sed que he pasado y que hace relegar a segundo plano la sensación de hambre. Del frío que debimos soportar, tampoco me acuerdo, por lo que supongo íbamos bien abrigados. Recientemente me han dicho que el camino recorrido, "la ruta de los exiliados", está señalizada en los Pirineos. Tengo que pasarme por allí un día de éstos.

En Cerbere nos espera un caballero que habla algo de catalán (o algo parecido. Debe ser occitano) y nos hace entrar en un coche. Luego me dicen que lo han enviado amigos de mi padre. De cómo localizamos a este señor nunca me pude enterar, pero imagino que la guía estaba bien informada. Nos tiene preparados unos bocadillos y unas botellas de agua, advirtiéndonos que bebamos despacio. Tanto los bocatas, de un delicioso pan francés y del líquido elemento, permanecerán en mi memoria para siempre.
Tomamos carretera rumbo a Marignane y creo que nos hemos dormido los tres hermanos.

Ruta actual de Cerbere a Marignane: 354 km

viernes, 13 de enero de 2012

LLANÇÁ


El puerto de Llançá está a un kilómetro del pueblo y a unos 10 de Port Bou, en la frontera con Francia. (En la foto se puede apreciar la casa que alquilaba mi tío Joaquín: es la primera a la izquierda)
Aquí nos solíamos reunir toda la familia de mi madre en los veranos antes de la guerra. Mi tío Enrique, casado con Dolores, hermana de mi madre, es telegrafista en Port Bou y también tiene casa en el puerto de Llançá. Acostumbra a ir a su trabajo en bicicleta, salvo en la época de tramontana, cuando el viento hace muy penoso el viaje y hay que viajar en tren. Las fotografías que he encontrado corresponden a la época anterior a la guerra, cuando veraneábamos en este precioso lugar. En la primera, aparezco con mis hermanas y primas y el primo Quique. En la segunda estoy con mis tíos Joaquín y Ruperto:




Trataré de ubicar a los miembros de la familia a nuestra llegada a Llançá. Aquí se encuentran mis tíos Enrique y Dolores que, como ya mencioné, viven en el puerto, con sus hijos Quique, Lolita y Amparo. El tío Joaquín, el potentado de la familia, está en Manresa tratando de defender su fábrica de los obreros anarquistas. Su mujer, la tía Encarna y su hija, Ana María, están en el puerto de Llançá. La tía Josefina y sus hijas MariPepa y MariCarmen también están con tía Encarna en la caa del tío Joaquín. Su marido, Ruperto, no ha participado en la guerra y debe de seguir en Madrid. Finalmente, Pilar, la hermana mayor sigue en el piso de Barcelona. A estas alturas, no sabemos dónde está mi padre.

Durante un tiempo que no puedo precisar, pasamos tranquilamente los días, aunque con ciertos problemas de alimentación. Se consigue algo de pescado si tiene uno algún amigo entre los pescadores. Uno de éllos, a quien apodan "El Peu" (pie, en catalán) por tener una deformidad en su extremidad derecha y usar muletas, es nuestro contacto para abastecernos.

Nos avisan que la tranquilidad se termina y que la zona será bombardeada por hallarse en el camino a Francia, donde se dirigen miles de civiles y militares huyendo del avance enemigo. Nos hemos enterado de que hay un refugio natural en las rocas y allí nos cobijaremos cuando empiece el jaleo. Se trata de una cueva enorme situada a la orilla del mar, en uno de los macizos rocosos típicos de la Costa Brava.

Una mañana empieza lo que ya me resulta familiar. La aviación está bombardeando la estación de tren, en el pueblo, a un kilómetro del puerto. Iniciamos el peregrinaje a la cueva y allí nos encontramos toda la familia, excepto tío Enrique, que se ha ido a Port Bou. Se trata de un primer bombardeo de una serie que continuará varias semanas y que nos obliga, prácticamente, a trasladarnos permanentemente a la cueva. Una de las veces, en medio de una gran confusión en el refugio, porque están cayendo bombas también en el puerto, me asomo y puedo contemplar uno de los aviones a muy poca distancia. Puedo identificar, con toda claridad, que se trata de un aparato alemán, similar a éste:



Parece que ya no disimulan y ni se molestan en pintarlos con los colores nacionales.

Por la tarde, finalizados los bombardeos, salimos unos cuantos chavales de la cueva a ver qué ha pasado en el puerto. Vemos varias casas destrozadas, en la zona donde suelen estar las barcas de los pescadores. De repente alguien grita: ¡El Peu, el Peu!. Nos acercamos y el chico nos señala un pie deformado que sobresale de una de las paredes derribadas. Parece que nuestro amigo ha tenido mala suerte.

Pronto aparecen nuestras madres pidiéndonos que las sigamos. Se dirigen a la estación del tren, donde unas bombas han destruído unos vagones que llevaban alimentos. Medio pueblo está allí, recogiendo harina, patatas, azúcar y no recuerdo cuántas cosas más. Volvemos al puerto con el botín, que guardaremos, como otras gentes, en la cueva. Se han acomodado unos fogones fuera del refugio y allí se preparan las viandas, aunque de vez en cuando hay que dejarlas y meterse en la cueva a toda prisa.

Hay varios chavales de mi edad en la cueva y nos hacemos grandes amigos. La ausencia de padres y con las madres tan ocupadas, nos permite ciertas licencias que hacen que lo pasemos bastante bien.
Los siguientes días caen bombas de diferentes sonidos, ya que el crucero Canarias se ha unido a los aviones para machacar la zona cercana a la frontera francesa. Más adelante, la artillería se unirá al festejo.

Los escasos soldados republicanos que estaban en el puerto, han desaparecido. Gran oportunidad para la panda de chavales que irrumpimos en la casa que utilizaban como cuartel y nos hacemos con armamento de distintos tipos. Yo me agencio un fusil Mauser y unas cuantas balas. Apartamos del grupo a los insensatos que han cogido bombas de mano y nos dirigimos a un bosque cercano. Mediante el uso cuidadoso de unas piedras, conseguimos sacar las balas de las vainas, extraer la mitad de la pólvora y sustituir la bala por un trozo de rama. Lo pasamos en grande disparando contra un pino al que, previammente, le hemos pintado la cara de Franco. Con la pólvora sobrante escribimos proclamas republicanas en la acera, les prendemos fuego y quedan marcada en negro. (Nos han advertido que se acercan las tropas de Franco y queremos darles un disgusto con estas niñerías)

Tras el divertimento, guardo mis pertenencias guerreras cuidadosamente. No las volveré a ver jamás.