Tanto Montiel como yo estamos bastante fastidiados por la precisión británica alrededor del reloj. Pretender comer o beber algo fuera de las horas establecidas es imposible. Había un bar, cerca del hotel, donde tratamos de beber una cerveza, como cualquier ciudadano libre cuando tiene sed. Sólo podían servir bebidas si se pasaba al comedor anexo y se pedía la cena. Como ya cenado en un chino de los alrededores, donde se comía tan mal como en cualquier restaurante inglés, pero más barato, no nos apetecía repetir.
Días después descubrimos que el boxeador (el portero del hotel) vendía cerveza fría a cualquier hora. Un estupendo hallazgo que, además, me reconcilió con el personaje que empezó a decirme "¡Good night!" cuando llegaba de madrugada al hotel.
Días después descubrimos que el boxeador (el portero del hotel) vendía cerveza fría a cualquier hora. Un estupendo hallazgo que, además, me reconcilió con el personaje que empezó a decirme "¡Good night!" cuando llegaba de madrugada al hotel.
Ese día fue una excepción porque solía ir acasa todos los días y regresar a dormir al hotel. Maite me contaba sus experiencias en el barrio para comprar la comida acompañada por las niñas. Alababa mucho las botellas de leche que dejaban en la puerta de casa, con tres dedos de nata. Junto al pan de molde y el jamón, era lo que más les gustaba a las niñas. Un día llevó un traje a la tintorería y, al recogerlo, observó una mancha que no había sido eliminada. Al reclamar, recibió la siguiente curiosa respuesta de la empleada.
-"Just ignore it"
Los sábados y domingos salíamos de excursión a los numerosos y estupendos parques de la ciudad, llevándonos la comida para hacer el correspondiente "picnic". Las niñas estuvieron felices cuando las llevamos al magnífico zoo de Londres.
Un domingo fuimos a un restaurante que me habían recomendado, no recuerdo el nombre, pero nos sirvieron el clásico steak con guisantes. A Elvira, mi segunda hija, a la que le encantan los guisantes, los encontró tan duros que se dedicó a soplarlos a las mesas vecinas. Tras el correspondiente bochorno resolví no repetir la jugada. Otro domingo llevé a comer a la mayor a un restaurante italiano. Quedó tan impresionada por haber salido sola con su papá que, todavía en la actualidad, recuerda los platos que se comió.
Al terminar nuestro trabajo en "Group Accounts", Mr. Clapperton y señora nos invitaron al Royal Albert Hall
Maite se aburrió bastante porque no le gusta la ópera y daban nada menos que Madame Butterfly. Además estaba preocupada por las niñas porque las habíamos dejado con una "babysitter" con la que no congeniaban demasado.
Nos trasladaron a unas nuevas oficinas en las que empezaron a darnos el curso propiamente dicho. Resultó muy interesante enterarse de la relación de Shell con los seguros y las finanzas mundiales. Nos llevaron a conocer la bolsa y el famoso Lloyds.
Al término de los diez días que duró, fuimos a visitar las oficinas principales en La Haya, donde, como ya sabíamos, está el 60% del capital del grupo.
En Holanda, al fin, pudimos disfrutar de una libertad de horarios largamente anhelada. Se podía comer a las 3 ó las 4 de la tarde en cualquier restaurante sin ningún problema y beber cerveza cuando a uno se le antojara.
En Holanda, al fin, pudimos disfrutar de una libertad de horarios largamente anhelada. Se podía comer a las 3 ó las 4 de la tarde en cualquier restaurante sin ningún problema y beber cerveza cuando a uno se le antojara.
Los cursillistas nos despedimos en Amsterdam, donde nos habían preparado una fiestecita y cada uno tomó el camino hacia su casa, excepto servidor que tuvo que volver a Londres para recoger a la familia.
En vista de las catástrofes aéreas tan abundantes en aquella época, resolvimos volver a Venezuela por barco. No fue sencillo cambiar los pasajes por avión por un viaje trasatlántico, pero lo conseguimos. Tomamos un tren de Londres a Portsmouth para embarcarnos en el "Antilles", de la Cie. Gral. Trasatlantique"
AD: Entre las expresiones inglesas que me han llamado la atención, por no haberlas oído antes, recuerdo estas dos:
"jolly good", que suena como "charly gud" y que significa "estupendo"
"bloody" o "sangriento", el taco más fuerte que tienen los ingleses.