miércoles, 28 de marzo de 2012

EL CURSO lª PARTE (Currando en Londres)

Ha llegado el día de comienzo del curso y emprendo el largo viaje por metro hasta la estación de Bank. Subo en el metro de Putney Bridge, en la District Line y cambio en Kensington a la Central Line, que me dejará en Bank. En Londres se paga según el trayecto a recorrer. A la salida hay un revisor, al que se le entrega el billete y   comprueba si ha pagado uno correctamente. Si has perdido el billete, se te cae el pelo.

La estación de Bank permite el acceso a la zona donde están el Banco de Inglaterra, la Bolsa, Lloyds y demás pesos pesados de las finanzas. Las oficinas de la Shell están desperdigadas por varios edificios de la zona, pero tengo que ir a la calle Threadneedle (un nombrecito facilón) donde se supone que está el departamento de Personal. Menos mal que he salido una hora antes, porque me ha costado D. y ayuda encontrar el sitio.
Por el camino he presenciado un espectáculo curioso, al que me acostumbraré de tanto verlo, como son las bandadas de personal que van a la oficina, con sus paraguas, sus bombines y llevando un paso militar. Muy elegantes, pero asustan con ese ruidoso taconeo y ese paraguas amenazador.


En la oficina de personal  se celebra  una reunión en la que estamos los participantes en el curso y el inefable Mr. Robinson que nos detalla el plan a seguir. Nos hospedaremos en el hotel Windsor (hoy día Windsor House) y recibiremos una asignación de siete Libras para pagar el hotel y otros gastos. Le digo que yo no necesito hotel porque tengo un estupendo flat en Putney, pero me avisa que, en ese caso, mi asignación se reducirá a la mitad. Para fastidiar  acepto ir al hotel. Iré a dormir a casa aunque se empeñen en separarme de mi familia. Nos entrega unas tarjetas para comer en la cafetería que llevan llevan marcados los días en que  tienen validez.

Los compañeros de curso vienen de varias partes del mundo donde Shell tiene afiliadas. Adén, Nigeria, Argentina, Ghana y Japón han enviado a sus representantes; también está Hely Montiel, maracaibero, del departamento de Tesorería, en  Caracas. Venezuela goza del privilegio de enviar a dos personas, por su importancia en la organización.

Aunque no debo mezclarme con hispano hablantes, por el aprendizaje de inglés, la simpatía de Montiel hace que congeniemos enseguida y seamos grandes compañeros durante el curso. Por cierto que nos espera una sorpresa al comienzo del mismo, pues la primera parte consiste en ayudar al personal local en la consolidación de los resultados de las afiliadas Shell en el mundo. En pocas palabras, venimos a currar en firme.

Nos reparten entre las diversas secciones de la División "Group Accounts" localizada en la calle Bishop y me corresponde la de Impuestos e Inversiones, que dirige Mr. Clapperton, un cincuentón que trabajó en Venezuela. El sistema utilizado para la consolidación  de resultados consiste en colocar los informes de las afiliadas en una especie de tablero de dos metros para sumar horizontalmente los números y obtener un total por concepto. Este trabajito se va haciendo a medida que llegan por correo los datos y depués de verificarlos y corregir anomalías (así se hacían las cosas antes de la era de los computadores). Me parece algo raro que consoliden los resultados de España en el área de "África & Middle East", pero imagino que será por su antipatía al franquismo.

Como hay días en que no hay nada que hacer, me entretengo saliendo a pasear por los alrededores. En ocasiones me acompañan Montiel y Joe Banson, un ganés muy simpático  y no muy amigo de los británicos.  Al nigeriano, que también suele reunirse con nosotros,  le apodamos "el rayao" porque tiene unas marcas en la cara, fruto de unos cortes que acostumbran a hacerles a los niños y que los dejan señalados para toda la vida. "El rayao" está avergonzado de esa salvajada y trata de disimular las cicatrices con diversos ungüentos.

Me llama la atención el trapo limpio que me encuentro todas las mañanas en el escritorio. Supongo que es para limpiarse los zapatos y a esa labor lo empleo. Montiel se parte de risa pues, según me dice, se trata de una toalla para secarse las manos en el baño.
Mr. Clapperton me dice  que le pida la llave del baño "senior"cuando la necesite.
Los demás irán al servicio general  del personal "junior". Montiel también disfruta de ese detalle, por venir de Venezuela, supongo.
El almuerzo en la cafetería es un ejemplo clásico de la manera de ser de esta gente. Hay que hacer  cola para enseñar la tarjeta a un gachó, cuya única misión es perforarla en el día correspondiente. De allí se pasa al mostrador de autoservicio, se coge una bandeja, platos y cubiertos y se desfila mientras  van colocando en los platos lo que uno indica. ¡Ay de ti si te equivocas u olvidas recoger el postre! O si, cosa rarísima, te ha gustado algúna cosa y pretendes repetir. Nada de éso está previsto.

Al terminar la jornada nos trasladamos en metro al hotel Windsor.


Desde la parada en Lancaster Gate hasta el hotel hay una buena caminata bordeando los Kensington gardens, unos 500 metros. Allí nos reunimos los participantes, junto a un  "counselor" inglés que nos han asignado, para hablar de nuestras experiencias en el trabajo. Terminamos a las 6 de la tarde y nos reunimos en el bar del hotel para tomar unas copas. El primer día invita Montiel a todo el grupo; el segundo lo hago yo; el tercero, vuelve a invitar Montiel, porque nadie hace señal de pagar, por lo que decidimos no tomar más copas.

A las 6 y media salgo disparado a Putney. Hay un autobús que deja cerca de casa pero los cobradores que van en el autobús, donde hay que pagar según el trayecto, nunca me entienden cuando pido un billete para Putney. Lo mismo da que pronuncie "patny", que "patney" o "putney", tengo que escribirlo. Al final he resuelto viajar en metro.

Tras unas horas con Maite y las niñas, subo al último metro que sale de Putney Bridge a las 12 de la noche y llego al hotel más o menos media hora después. En la puerta del hotel hay un fornido portero, con pinta de boxeador, que me saluda con un sarcástico "¡Good MOORNING!"(bien subrayado el "morning" por si no me enterado de que llego tarde).

Me ha correspondido una mini-habitación desde la que puedo disfrutar de los tejados de otros edificios tan viejos como el hotel. Montiel presume de la suya, también mini, pero que da a la fachada del hotel. A los pocos días se queja de los ruidos causados por los borrachos en la calle, que no le dejan dormir.

Para llegar al comedor del hotel tengo que recorrer un montón de pasillos y subir y bajar escaleras. Este hotel  está hecho de la unión de varios edificios y parece un laberinto. El desayuno tiene su protocolo, que no nos han enseñado. Así que cometemos el grave error de entrar en el comedor y sentarnos en la primera mesa que vemos vacía. No hacen caso a nuestras llamadas y ningún camarero se acerca. Hay que salir del comedor, acercarse a una especie de maitre y pedirle mesa. Una estupidez digna de esta gente.

Montiel pide queso para desayunar (costumbre venezolana) y la camarera, asombrada exclama: "Cheese in the morning?".  Ante la insistencia de Montiel, trae una tabla de quesos estupenda, con más de media docena de diferentes quesos.


Montiel está entusiasmado y se sirve una buena ración de cada clase. Joe Banson, el ganés, se acerca a nuestra mesa para aprovechar el banquete. No tarda en venir a retirar la tabla la asustada camarera.

Cuando terminen los trabajos empezará, en serio, el curso de Finanzas que, supuestamente, hemos venido a recibir en Londres.

Ya veremos.

10 comentarios:

  1. Estupenda la "batallita" de hoy por lo instructiva que es. Pero esos british con sus manias sociales y sus conductas semi-militares ( producto de sus colegios) dominaban al Mundo en aquella época a través de su Imperio.

    Me imagino a una docena de andaluces haciendo ese curso en Londres : dejarian majaras perdidos a los british de todas las categorías en un par de días, o saldrían de estampida en dirección a "Africa".

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    1. No me extraña que dominaran el mundo. Simplemente blandiendo esos paraguas ya asustan.
      No me imagino a esos andaluces sometidos al imperio del idioma inglés como los demás humanos. Apostaría a que el mismísimo Arenas (0-4) tendría dificultades.

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  2. Confirmado, tiene Vd. una memoria excelente, yo tengo dificultad para recordar qué he desayunado esta misma mañana.

    De todos modos no podría olvidar el nombre de "esa" calle a pesar de su dificultad, y todo gracias a esta maravillosa canción (sobre todo en boca de Linda Ronstadt): Silver Threads and Golden Needles, que bien podría haber acompañado la estupenda entrada (y sí, no le pienso cobrar por la idea, es más, si se tercia le invito a algo)

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    1. No me atribuya un mérito que no merezco. Yo tampoco recuerdo si me tomé la pastilla esta mañana. Es típico de la gente de mi edad recordar lo antiguo y olvidar dónde ha dejado las llaves hace media hora.
      Acabo de escuchar a la Linda (muy adecuado en nombre)y no me suenan del todo mal esos ruidos.
      Ante las numerosas peticiones de los lectores trataré de colar alguna cancioncita en lo sucesivo.

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  3. addenda - batallita de El Isra... esa estupendísima canción la descubrí hace muchos, muchos años, en una de mis numerosas visitas a La Metralleta, y es que los propietarios saben de música (de buena música) muy pero que muy mucho (así se explica esa colección de vinilos para coleccionistas de Elvis... y de rancheras al módico precio de 1 euro el vinilo)

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    1. Me pasaré por La Metralleta, a ver si pillo algo de Carlos Gardel. Gracias por el dato.

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  4. Me encanta la rebeldía del Bwana. Lo mismo se escapa del hospital que de un hotel.
    Dejo el enlace a la canción que comenta Isra, no se la pierdan:
    Silver Threads And Golden Needles

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    1. El hotel era de lo más cutre que he conocido, a pesar de tanta parafernalia.
      He escuchado a la Linda y me ha gustado (ëlla).

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  5. Estoy de acuerdo con Isra, tiene usted una memoria prodigiosa.

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  6. Si insisten vuesas mercedes voy a creérmelo.

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